domingo, 8 de mayo de 2011

Entre Madrid y La Habana

A menos de un mes para la segunda vuelta electoral, las informaciones, las opiniones y las dudas afloran como en tiempo de cosecha. Si algo podemos resaltar de este mundo interconectado, es la facilidad que tenemos para acceder a posturas de diferentes latitudes, y con posiciones tan antagónicas, que no dejan dudas de la existencia de la libertad que hoy disfrutamos en el Perú.

Ese fue uno de los sabores que me dejó al encontrar, enfrentados literalmente, dos artículos en el diario El Comercio este domingo de celebración maternal. Por un lado un denso escrito del Nobel Vargas Llosa; y por el otro, las no menos importantes letras de la perseguida cubana Yoani Sánchez. Mientras uno redactaba desde algún lugar de Madrid (pues así lo firma), la otra lo hacía desde algún recoveco de la isla, inventando la forma de evadir el control de ese régimen que el escritor alguna vez apoyó y que ahora (creo) califica como una vulgar dictadura. Curiosamente, mientras el peruano asistirá esta semana sin problemas a un festival de poesía en Granada, la cubana está impedida de viajar a Europa a presentar su libro y recoger un premio, entre otras actividades.

Y siguen los opuestos. Vargas Llosa continúa con su apoyo a Ollanta Humala, y Sánchez expresa sus temores ante la posibilidad de que un gobierno del ex militar sea un eslabón más de esa terrible cadena que han ido conformando aquellos gobiernos que -en lo más íntimo o más evidente- tienen su corazoncito cercano a Fidel Castro y a sus prácticas para mantenerse en el poder.

Sin embargo, hay un punto que a mi parecer es el más rescatable de las muchas comparaciones que se puedan seguir haciendo entre dichos escritos: mientras Vargas Llosa deja al destino, a la "voluntad de Ollanta Humala" y a quienes voten por él, la responsabilidad de hacer cumplir su "Compromiso con el Pueblo Peruano" (que es sólo mango, para la paella que es su plan de gobierno); Sánchez es clara y directa en señalar los temores de que se repita lo que viene sucediendo en otros países de nuestra América.

Es público y notorio que la parcialización del escritor hacia Humala pasa por su expiación (con x), lo cual no hace con la candidata Fujimori. Por el contrario, la muestra como la continuidad del gobierno de su padre, con el que compitió en 1990, y acusa al gobierno saliente de espionaje (con s): así como "el gobierno conspiró contra mí cuando fui candidato a la presidencia". Como si la historia se repitiera y deja a la imaginación una serie de extraños paralelos.

Pero también parecen producto de la imaginación todos los cuentos que sobre Venezuela se oyen en torno a la economía y sus agobiantes controles; las limitaciones a la libertad de prensa y expresión; y al todopoderoso Estado que, en nombre del "pueblo", hace y deshace sin chistar. Cuentos que Sánchez sabe que no son una novela de terror, sino una terrible y documentada realidad. La del Perú, no es como para ponerla maquiavélicamente en juego y ver qué puede suceder.

Aparentemente, lo que se plantea es continuar con una historia del pasado a la que en algún momento se le puso pausa; o cambiar la historia con un giro hacia el camino que otros ya han transitado (y mal). El paso que hay que dar hacia el futuro no es para jugársela al cara o sello; es imprescindible el uso de la razón y no de la imaginación.

Sería tonto no tomar en cuenta el pasado, como enseñanza, como experiencia, para no repetir errores; pero más tonto es tomar el pasado como un hecho real, y sólo vivir de él y en él impidiendo dar ese paso al futuro. Dar un paso a ciegas, con la sensación de hacer una apuesta en un juego de lotería, es lo más irresponsable que un elector pueda hacer.

Si finalmente estamos hablando del beneficio de la duda, ambos candidatos lo tienen, más aún cuando las encuestas confirman un empate técnico y que los indecisos, y los que hasta ahora dicen que votarán en blanco o viciados, son los que inclinarán la balanza. En este momento, lo único certero es la existencia de muchas dudas, y éstas no deben disiparse con pasiones desbordadas.

Debe ser muy sabroso pasear por Madrid, e inclusive por las sufridas calles de La Habana, o por cualquier otra ciudad del mundo sin tener que encontrarse en el dilema de tomar una decisión que con toda certeza tendrá influencia en el futuro propio. Pese a ello, es preferible caminar por las calles de Lima y tomarse todos los días que quedan para seguir viendo, escuchando, analizando, casi que estudiando, con miras a que la decisión del 5 de junio no sea un disparador de un nuevo e indeseable éxodo en el Perú.

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