lunes, 18 de octubre de 2004

Opera bufa en tres actos

Primer acto: Hasta para ser matón hay que tener condiciones, sino pregúntenselo a cualquiera de ellos. El negocio rinde y genera respeto. Ahora, si el matón tiene “currículum” asumo que debe ganar mucho más… y mucho más que el salario por su actividad intimidatoria o de defensa personal.

El harto conocido actuar del “congresista” (así, entre comillas) Alfredo González, de por sí merece ser candidateado para el Oscar. Por ello, sus colegas en el Congreso comprendieron que no podían cometer la maldad de truncar una brillante y meteórica carrera.

Somos nosotros, los tristes y silvestres mortales los que nunca entenderemos los elevados motivos patrióticos que impulsaron –con el dolor de su alma- a castigarlo tan severamente, con esos “bastantes días” (o sea, los 60) de suspensión. Aunque en realidad fue una licencia para perfeccionarse en su desempeño teatral.

Segundo acto: Seguimos con los matones, pero en esta ocasión con unos un poco más atrevidos… con unas cuantas escopetas, revólveres y bombitas hechas en casa. Así, tan rudimentariamente armados y en clara desventaja, estos profesionales de la defensa territorial se enfrentaron a la policía en el Mercado Mayorista de Frutas de la Victoria.

El tema de fondo fue la consideración y sentido patriótico de estos caballeros matones, todo con el elevado objetivo de que la ciudad pueda comer fruta con toda tranquilidad, pues su arrojo y valor impidió que la guerra campal fuera con manzanas, melocotones y otros sanos y nutritivos alimentos.

¿A quién se le puede ocurrir acusarlos de alteración del orden público, violencia y hasta de intento de homicidio contra la policía, cuando estaban en clara desventaja con los organismos oficiales? Todo fue un acto de arrojo en defensa de la alimentación ciudadana y de la suya propia.

Tercer acto: Broche de oro. Para no perder la costumbre, y ya que no se conforman con un papel secundario, personajes del entorno presidencial vuelven a hacer un papelón. Juanita la cuñadita dejó a Meryl Streep como una cojuda cualquiera. Su actuación sí que es de película, es más, de peliculón.

Todo el mundo se creyó su actuación. Que estaba negociando puestos en la administración pública… por favor!!!! Cómo se creyeron ese cuento!!! ¿No se acuerdan que el presidente salió hace unos días insinuando que la gente de su partido no les da trabajo? Es decir, casi que pidió que por favor les den alguito.

De hecho, Toledo está tan seguro de que todo es una confusión que soltó otra vez esa frase de “… con todo el peso de la ley” (¿Será que la ley pesa algo? ¿Será peso pluma?... porque peso pesado no es).

Comentario de la crítica: Creemos que la sociedad peruana es cada vez más exquisita en la escogencia y disfrute de obras teatrales. Destaca sobremanera el talento nacional pese a que no hay una política de Estado que la promueva (que nosotros sepamos). En cuanto a los actos –muy superficialmente descritos- podemos comentar lo siguiente:

Si el protagonismo del primer acto lo tenía Alfredo González, no entendemos por qué los demás congresistas no involucrados tuvieron que generar una obra alternativa. Suponemos que es como ensayo ante posibles nuevas representaciones, con nuevos actores, y para que se les aplique como máximo esa bondadosa licencia de dos meses.

En cuanto al segundo acto, creemos que los libretos deben perfeccionarse pues podría dejar en el espectador la ilusión de que se está frente a una situación de desgobierno o que el gobierno es un caído del palto.

Por último, Juanita -ay Juanita-, te recomendamos ponerte un nombre artístico más comercial, más a lo Hollywood, que venda, que te catapulte a la meca del norte donde sí se gana bien, en verdes verdaderos y que no bajan de precio en soles todos los días.

A nuestros amables lectores, sigan gozando del buen teatro y de las buenas actuaciones, pero no sean fanático-dependientes, pues la vida real debería ser distinta. Tenga mucho cuidado con aquellas producciones de elevadísimos presupuestos que prometen estrenarse en el 2006. Miren que esas obras con los actores de siempre, terminan siendo una ópera bufa.