martes, 5 de abril de 2005

La desgracia de la oposición venezolana

Nunca un proceso electoral en Venezuela fue tan previsible, hasta con porcentajes exactos, pelos y señas particulares. Para diciembre están programadas las elecciones para renovar la Asamblea Nacional (Parlamento) y para agosto las municipales y parroquiales. El Consejo Nacional Electoral (CNE) sigue regido por autoridades “provisorias” a las que la Asamblea Nacional –dominada por el oficialismo- les da un espaldarazo por su buena labor. Y cómo no va a ser una buena labor, si de los cinco directivos, cuatro son de clara, y hasta descarada, tendencia chavista.

La Asamblea Nacional, pero sobretodo el bloque oficialista, viola la Constitución al no nombrar de una buena vez a las autoridades del Poder Electoral; y simplemente porque no le conviene. Es decir, como los chavistas no cuentan con las 2/3 partes de la votación, saben perfectamente que su propuesta no será aprobada. “No existen las condiciones políticas para elegir a un nuevo CNE… esa será la primera tarea que tendrá la Asamblea Nacional que se elegirá a finales de año”, ha declarado el diputado William Lara para justificar la omisión parlamentaria. Omisión que raya con un delito flagrante.

¿Y porqué en diciembre si los pueden elegir? Pues porque el oficialismo viene “anunciando” desde ya que tendrán el dominio del 90% del parlamento o, en otras palabras, permitirán sólo un 10% de disidencia política, para que no digan que no son democráticos. ¿Y cómo se permiten esos lujos de saber hasta con cifras exactas los resultados? ¿En qué bolas (de cristal) leen el futuro de Venezuela? La respuesta es simple: el poder lo puede todo, hasta establecer por decreto que la luna es territorio bolivariano, revolucionario y socialista del siglo XXI.

Chávez, en otra de sus declaraciones y/o visiones y/o sentencias y/o premoniciones del futuro que hace en su programa dominical, Aló Presidente, ha manifestado su clara molestia por lo que dicen las cifras reales. Cuando asumió el gobierno en 1999, la pobreza era del 42,8%. En 2004, se ubicó en el 53%. Con petróleo por las nubes, millones de dólares por todo lado, presión tributaria como nunca antes, esa es la realidad de Venezuela. Pero esa realidad no le gusta al líder de la “revolución bonita”.

"Han salido algunos informes del Instituto Nacional de Estadística que nosotros respetamos. Yo no voy a decir que son falsos, pero en esos informes se dice que en estos últimos cinco años la pobreza en Venezuela se ha incrementado y yo revisé aquello con mucho cuidado, y me consigo con cosas como éstas. Y no tengo dudas de que los instrumentos que están usando para medir la realidad no son los indicados…. No son los adecuados, están midiendo nuestra realidad como si este fuese un país neoliberal, un país capitalista donde no estuviese ocurriendo ninguna revolución”. O sea, prepárense, ya me voy a meter con las estadísticas, y vamos a convertirlas en revolucionarias también.

Revolucionarias como las cifras del Registro Electoral, aquellas que permitieron que Chávez saliera victorioso de un Referéndum Revocatorio, en el que votaron a su favor inclusive una cantidad mayor a la que votó por él en la elección presidencial. Un Registro Electoral que ni a martillazos calza con las cifras de la población del país, ni por edad, ni por habitantes, ni por nada. Algo así como que para el actual CNE, uno más es uno es cinco, y se acabó.

Pero lo más triste de esta realidad es el papel de la oposición venezolana. Ni unida ha demostrado ser eficaz en sus planteamientos y ahora, frente a los próximos procesos electorales, está más desunida que nunca. Los apetitos partidistas, las aspiraciones personales, ciegan a los supuestos dirigentes de la oposición. Las mini cuotas de poder, que en teoría mantendrían, se las pelean como perros hambrientos ante un hueso sin pellejo. Más les importa mantener su “estatus” político que intentar cambiar la pesadilla en la que -para muchos- está inmersa el país.

Es que, como en muchas de nuestras sociedades latinoamericanas, los “líderes tradicionales” de los partidos políticos no han entendido –o no terminan de entender- que los tiempos cambian, y con el tiempo las personas también. La renovación no viene dada sólo por la estrategia, es imprescindible que esté atada a la gente, a nuevas caras, nuevos pensamientos, nuevas actitudes, nuevas y efectivas maneras de enfrentar la realidad; cosa que a muchos políticos les aterra porque va en contra de su afán de figuración o de conseguir algo en la selva del poder.

Es por ello que la oposición venezolana está y se mantendrá desarticulada, y lo más triste, sin líderes, sin nuevos líderes, sin sangre joven que fortalezca, defienda y haga resurgir la lucha democrática en el país. Los partidos políticos de oposición no lo permiten, es más, ese asunto no les interesa. Y esta situación no es producto de una inteligente táctica del gobierno, es simple y pura torpeza (cercana a la imbecilidad) de la propia oposición. No es raro entonces que, según algunas encuestas, Chávez tiene el 70% de apoyo popular. Claro, con unas bolas (de cristal) como las que tiene el gobierno para proyectar cifras, y sin nadie que reclame por estar ocupado en otras cosas; así cualquiera…