lunes, 21 de agosto de 2006

Cobardías del siglo XXI

Hace una semana, la televisión cubana sorprendió al mundo con un video “revelador” en muchos aspectos. Desde el punto de vista isleño (suponemos) la intención fue dar muestras concretas de que su dictador sigue vivo: resucitado, clonado o embalsamado, pero vivo. Otra razón fue echar por tierra las versiones sobre “el heredero” Raúl Castro, de quien se decía andaba desaparecido.

Quien se prestó al montaje de la obra (que bien podría llamarse “Todo está excesivamente normal”) fue nada más y nada menos que el “Mesías” del siglo XXI, Hugo Chávez. Las conmovedoras imágenes, propias de una telenovela rosa –de las baratas-, las muestras de afecto hacia el dinosaurio convaleciente, las alabanzas, el intercambio de regalos (entre ellos bienes de Bolívar, patrimonio de la nación venezolana), en fin, todo coqueteaba entre lo cursi y lo patético.

En Venezuela las reacciones y comentarios sobre el video, el audio, pero sobretodo a la música de fondo mientras se aprecia cómo repasan su álbum de fotos (¿amorosas?) fueron de todo tipo y calibre. En lo que todos coincidieron es en dejar mal parada la hombría, el estado mental, pero sobretodo el parapeto en el que se apoya la llamada “revolución” de Chávez.

Es obvio que el comportamiento que demuestra el “presidente” no se corresponde con el de un Jefe de Estado, con el de un estadista, mucho menos con una persona que se dice militar (ya que no admite que fue dado de baja) y muchísimo menos con esa imagen de “hombrote”, “matón de barrio” que muchas veces se esfuerza en transmitir en cadena nacional desde un mitin, desde la reinauguración de algo ya preexistente o simplemente cuando se le antoja hablar mal de Bush. O sea, soberano teatro barato. Nada nuevo.

Pero tratemos de ver más allá de nuestras narices; hagamos el esfuerzo aunque el nauseabundo hedor de la estupefacción nos lo haga difícil. ¿Verdaderamente la gente (incluyendo los chavistas) sabrá qué tipo de individuo está al frente del país? ¿El patético papel de Chávez -en el aparente lecho de muerte de Castro- no es suficiente para siquiera dudar de sus reales intenciones para con el país? Es decir, ¿qué le importa al país que el sátrapa esté enfermo o se muera, y que además se financien las visitas “particulares” que reciba?

Los grandes hombres necesitan de muy poco tiempo para demostrar lo que son. El ex golpista en Venezuela lleva más de siete años en el poder, piensa “reelegirse” para seis años más, y hasta ahora no ha hecho absolutamente algo digno para mencionarlo o recordarlo. Por el contrario, salvo con su camarilla o con los que algún beneficio económico han obtenido, lo que genera es repulsión generalizada y palabras altisonantes. No obstante, lo más grave de Chávez es su persistente cobardía.

Ya inscrito como candidato, en una de sus reuniones “bolivarianas” (con cada vez menos gente, por cierto), le dice a sus seguidores que hay que tener claro que en las próximas elecciones presidenciales de diciembre “hay sólo dos candidatos: Hugo Chávez y George Bush”. Cobarde otra vez. Por donde lo vean, simplemente le cuesta admitir que –mal que bien- hay una candidatura unitaria de oposición que está reuniendo voluntades. Además, le aterra la posibilidad de que lo dejen solo si las condiciones no están dadas para un proceso limpio. Tan así es, que cae en el absurdo al pedirles a los candidatos que no lo hagan, que no se retiren… pero si son “lacayos del imperio”!!! Si Bush es el otro candidato!!! ¿Para que les pide que se queden?

Cobarde es también al mentirle descaradamente a la población, al no tener el valor de admitir su fracaso como administrador de la cosa pública. Toneladas de dólares han ingresado a las arcas del Estado pero la miseria, la dejadez, la inoperatividad es lo que abunda en el país. Hasta ahora, frente a los grandes problemas se han dado cuantiosos presupuestos para soluciones mediocres y deprimentes resultados. Pero para él todo es un éxito en la “revolución” y todo lo malo todavía sigue siendo culpa de los gobiernos anteriores.

El aprovecharse de la ignorancia de “su” gente es también una tremenda cobardía. La manipulación acomodaticia de términos como “imperialismo”, “oligarquía”, “fascismo”, “terratenientes”, impresionando y tratando de hacer ver a la oposición como los malos de la película y a él como el único bueno, salvador de los pobres, analfabetos y desposeídos, apesta. En realidad, los resultados de su gobierno se aprecian en el mantenimiento y acrecentamiento de la miseria, de la mediocridad y de la delincuencia. Para colmo, ésta última se siente apoyada por la “revolución” como una suerte de “Robin Hood” vestido de rojo.

La cobardía es tal, que se riega por otras instituciones del Estado: El Consejo Nacional Electoral se niega a cumplir con lo que manda la Constitución y las leyes e insiste en embadurnar el proceso con unas polémicas máquinas “cazahuellas” las cuales, además de que no sirven, ahuyentan a los electores por su evidente sesgo represivo. A la Fiscalía General de la República le falta el valor suficiente para admitir su incompetencia y dejar de mentirle al país con sus poéticas historias de testigos que miran y hablan bonito, lo que supuestamente basta para creerles sus cuentos. Y de la Defensoría del Pueblo, ni hablar. ¿A quién ha defendido?

Ojalá que ese pusilánime manto no cubra toda Venezuela y alcance a esa gran parte de la población –de toda clase social- que está harta de esta mala caricatura de dictadura. Dios quiera que exista el suficiente valor para enfrentarla si se atreve a enlodar el proceso eleccionario para así perpetuarse en el poder y se quiera burlar de la gente. El valor está en dar la cara y luchar por lo justo, y no ser un pasmoso cobarde más del siglo XXI. Si no, a esperar sentados el cambio de moneda, de nombre del país, de sistema de gobierno, de la manera de caminar…etc., etc.





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