Ser socialista en Venezuela
En las elecciones presidenciales del próximo 3 de diciembre Venezuela elegirá algo más que el mayor cargo en la administración pública. Tema evitado –por un bando más que otro- es el carácter ideológico de las propuestas de gobierno, cuando de él dependerá el desarrollo de la sociedad en los siguientes años.
Por un lado se encuentra la candidatura “unitaria” de Manuel Rosales, calificativo que a nuestro parecer no hace más que intentar reflejar lingüísticamente la condición de oposición al gobierno y todo lo que representa. En realidad, dista mucho –todavía- de ser única, unitaria o de consenso, dados los altos índices de abstención, indecisión y hasta de temor a expresarse por cualquier opción.
Aunque el candidato no lo ha declarado abiertamente, la tendencia aparente del grupo de Rosales es liberal; para no hablar en términos de derechistas, izquierdistas o ambidiestros, que de éstos últimos hay muchos en el gobierno. En el otro extremo, la opción del candidato-presidente Hugo Chávez es abiertamente “socialista del siglo XXI”. No obstante, en Venezuela (y en otras partes) reina el desconocimiento sobre lo que es exactamente “eso” del socialismo, incluyendo irónicamente a los seguidores de Chávez, desde los que ocupan altos cargos públicos hasta aquellos que tarifan su asistencia a sus “multitudinarios” mítines.
A grandes rasgos, el socialismo clásico es una ideología -principalmente política- que propugna un modo de vida en el que la sociedad posea el control de los medios de producción y el poder político en general, sin la existencia de clases sociales. Esto suena muy bien y hasta muy “justo”, si no fuera por varias salvedades que han llevado al socialismo a lo que es en nuestros días.
Para empezar, la “sociedad” a la que se refiere el socialismo tiene un contenido altamente discriminatorio y hasta contradictoriamente clasista; lo cual es muy probable dado que el concepto ha sido –y es- manejado política y politiqueramente. En este tipo de sociedad socialista sólo son gente los trabajadores asalariados o la “clase trabajadora”, la cual debe organizarse para “tomar el poder” tanto político como económico, ya que los medios de producción se encuentran en manos capitalistas, o de los ricos.
Obviamente, el socialismo es la antítesis del capitalismo. Es una teoría que se opone a ella por considerar que no desarrolla en forma eficaz las fuerzas productivas de la sociedad; por el contrario, enriquece más a los ricos, explota a los trabajadores “como máquinas o bestias” y los hunde en la miseria. Sin embargo, es el propio razonamiento socialista el que coloca a los trabajadores como animales irracionales, como si en la práctica fuese el capitalismo el que los obligase a trabajar y dejarse explotar a la vez, considerándolos como seres sin voluntad propia ni razonamiento.
En nuestros días, en los que identificamos como una realidad la llamada “sociedad del conocimiento”, en la cual la base del progreso individual y colectivo es precisamente el saber, el negarse a la formación educativa personal, a la profesionalización o a la especialización como vía para alcanzar el desarrollo y crecimiento deseados, es simplemente resignarse a tener ese nivel de “máquina o bestia” que el socialismo asume que es responsabilidad del capitalismo.
En segundo lugar, la “sociedad” en realidad no tiene cabida en el socialismo ya que es el Estado el que se arroga la administración y control de los susodichos medios de producción, además de –por supuesto- el poder político en su totalidad. El Estado, ergo, el gobierno, es el encargado de la toma de decisiones “en nombre del pueblo”, sin que exista un vínculo real y comprobable de que el pueblo está de acuerdo con el manejo estatal. En el socialismo –a secas- tampoco existe algún procedimiento democrático que avale ese sistema que, a la larga, suele degenerar en totalitarismo.
Por último, la inclemente historia ha demostrado que todos los regímenes socialistas que han intentado ser “químicamente puros” han fracasado estrepitosamente y sus sociedades han quedado sumidas en la miseria y desilusión. Contradictoriamente, naciones ex socialistas han visto en el capitalismo –y por ende en el liberalismo y/o neoliberalismo- la solución a los problemas en los que se encontraban sumergidos.
El caso venezolano, con su “socialismo del siglo XXI” es paradójico, por decir lo menos. En primer lugar, quien hasta ahora ha decidido que el país deba tomar ese “modelo” es el presidente Hugo Chávez, quien al frente de un proyecto político personal ha desdibujado y tergiversado los rasgos socialistas que pueda tener “su” ideología. En la práctica, el “socialismo del siglo XXI” es un pastiche, una colcha de retazos, a la cual se le agregan ideas sueltas de personajes dispares que sólo tienen en común una posición en contra del capitalismo o del “imperialismo norteamericano”.
Justamente por ello, el incipiente proyecto de Chávez no tiene posibilidad de desarrollo real y mucho menos de ser tomado como serio por alguna otra sociedad, a menos que se tengan los brutales ingresos que por venta de petróleo posee coyunturalmente Venezuela. Precisamente estos recursos, que bajo una óptica socialista le pertenecen a la sociedad, están siendo utilizados por el gobierno a su sola discreción y a favor de una nueva política imperialista basada en los petrodólares (en efectivo, compra de bonos, convenios, compromisos de compra, etc.) pero que tragicómicamente se tilda a si misma de “antiimperialista”.
En el caso de Venezuela el “socialismo del siglo XXI” es caraduramente capitalista, y no podía ser de otro modo cuando Estados Unidos es el principal cliente petrolero del país. Elementos como el “desarrollo endógeno”, el combate a la “oligarquía” o la supuesta distribución de la riqueza a través de las llamadas “misiones” son falacias con las que se pretende darle base a este proyecto
Por otro lado, sobre la base de un sistema legalista, todos los poderes públicos están a la disposición de la figura presidencial, lo que hace que, más que socialismo, estemos frente a una nueva versión de totalitarismo con rasgos autocráticos. Por supuesto -como se mencionó antes- estos conceptos no son conocidos por la población ni existe interés en el gobierno por exponerlos ante la ausencia de una base ideológica, pero sobretodo ante la inexistencia de moral para defenderla dados los paupérrimos resultados en ocho años de gobierno.
Cabe aclarar que, dadas las grandes imperfecciones de la clásica visión socialista, las cuales la han hecho inviable, existen diversos tipos o maneras de ver el socialismo, los que se diferencian por los “apellidos” que llevan. Socialismo democrático, Socialismo cristiano y otras formas de “socialismo” a secas, se venden como versiones light pero en la práctica se acercan y coquetean con su odiado capitalismo… es que, ser romántico es regocijante; pero amor con hambre, no dura.
Venezuela, Socialismo, Socialismo del siglo XXI, Totalitarismo
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Etiquetas: Socialismo, socialismo del siglo XXI, socialista, Venezuela
1 Comments:
Permítame que le haga unos breves comentarios a su artículo sobre el socialismo en Venezuela.
Dice usted que la sociedad socialista "tiene un contenido altamente discriminatorio y hasta contradictoriamente clasista". Si verdaderamente comprendiera el alcance del término socialismo sabría que una afirmación así es evidentemente errónea. Y lo es porque, idealmente, una sociedad socialista (en un sentido amplio del término) sería una sociedad sin clases sociales. Mientras sigan existiendo clases sociales no habría socialismo. Así que es imposible que el socialismo sea clasista, ya que pretende eliminar todas las clases sociales convirtiendo a todos los ciudadanos en "copropietarios" de los medios de producción.
Es fácil deducir, de esta pretensión, la conexión entre el socialismo y el republicanismo de parte los "founders" norteamericanos, de la Primera República Francesa o, yendo más atrás en el tiempo, de los demócratas griegos. Robespierre, por ejemplo, entendió pronto que para que existiera libertad debía desaparecer todo tipo de dominación de unas personas sobre otras. Es por ello que, idealmente, imagina una república de pequeños propietarios en la que los ciudadanos serían libres al no estar sujetos a los designios de otras personas. El socialismo simplemente actualiza esta idea y la adapta a las nuevas condiciones creadas por el capitalismo europeo del s. XIX. Y es por ello que, para acabar con la dominación de unas personas sobre otras, plantea la necesidad de acabar con la propiedad privada de los medios de producción. Ya que sobre esa propiedad está basado el sistema de trabajo asalariado que impide la libertad al generar mecanismos de dependencia.
La creencia en que el socialismo plantea que el control de los medios de producción debe pasar al Estado es un mito. Aunque más que un mito habría que hablar de una manipulación intencionada. Una manipulación de aquellos que defendían el absurdo del "socialismo en un sólo país" y de aquellos otros que pretenden identificar a toda costa el socialismo con sistemas totalitarios, vendiendo la idea de que el socialismo es inviable. Si usted hubiera leído un poco a los clásicos del socialismo, vería rápidamente que "socialización" de los medios de producción y "estatalización" de los medios de producción son términos completamente diferentes. Le recomiendo, si tiene interés en entender el papel del Estado en el socialismo, que lea obras como "La Guerra Civil en Francia" de Carlos Marx o "El Estado y la Revolución" de Lenin. Antes de hacer descripciones superficiales sobre el socialismo uno debería conocerlo un poco mejor. Me parece que sus nociones sobre la materia se limitan a fuentes secundarias que hacen explicaciones sencillas para mentes simples de una ideología que, afortunadamente, todavía tiene mucho que decir.
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