lunes, 6 de noviembre de 2006

El miedo es rojo, rojito

El caso del “video PDVSA”, grabado en una reunión en la que aparece el ministro-presidente de la institución petrolera arengando, vociferando, amenazando, para que los trabajadores apoyen su “revolución roja, rojita”, y a su líder, el ex golpista Chávez, quedó en segundo plano.

Para el ciudadano común, lo visto, oído y leído sobre el video, pasó primero por la sorpresa, luego por el desencanto, para terminar en el olvido. Al final, todo se resumió con la muy venezolana frase “qué bolas!!!”, y ahí quedó. Es cierto que se demostró lo que se dice viene sucediendo en los organismos públicos; pero como son precisamente funcionarios de otras instituciones los que deberían hacer valer el estado de derecho, eso nunca va a suceder. Todo es rojo, rojito.

En este sentido, el defensor del puesto –digo-, el defensor del pueblo, no se cansa de demostrar que es un cretino que no defiende a nadie, a menos que sea diferente del pueblo. La fiscalía, para variar, ha expresado que no ve ningún delito y el Consejo Nacional Electoral se ha limitado a decir que todavía no ha recibido ninguna denuncia. Es decir, otro caso más que engrosará la lista de acciones gubernamentales fuera de la ley y que no tendrá sanción alguna.

Rayando en lo absurdo –nada nuevo tampoco- el sábado se realizó un ¿mitin? de los trabajadores petroleros en apoyo a su ministro rojo, rojito, que contó con la asistencia del candidato Chávez. El resultado: patético. ¿Quién se puede creer que los trabajadores “espontáneamente” se congregaron para ello? ¿A quién le tomó por sorpresa que Chávez apoyara los exabruptos del ministro e instigara a que todos hagan lo mismo? ¿Quién se escandalizó? Nadie.

Lo único que se está demostrando hasta el cansancio es que la revolución rojita es un mamotreto que no tiene sustento de ningún tipo. El proyecto chavista no tiene más argumentos que la fuerza, la bravuconada, la presión, las amenazas y el chantaje a quienes tienen que trabajar para comer. Puede ser que sea roja, rojita… pero es de mentira, mentirita.

Sin embargo, algo que no es mentira, y por eso le tiemblan las piernas al presidente-candidato, es el creciente apoyo que viene recibiendo la candidatura opositora de Manuel Rosales, un hombre que quizás no tenga un carisma abrumador pero que a punta de mensajes cortos, sencillos, comprensibles por cualquiera, ventila las verdades, los errores del gobierno y los horrores que padece la sociedad venezolana. Por algo tan simple como ello, al “caudillo” se le hacen agua los pantalones ante la posibilidad de enfrentarse a un debate televisado con Rosales.

El desespero es tal que tiene que recurrir a sus ya fastidiosas maniobras de sacar fuera de contexto la realidad, como la amenaza de cortar el suministro petrolero a los Estados Unidos, si dicha nación no “reconoce” los resultados del 3 de diciembre. ¿No será que está anticipando el fraude? ¿Otra vez “avisando” lo que va a hacer? ¿Manotazos de ahogado? ¿O sólo otra de sus expresiones propias de sus acostumbrados berrinches, delirios de “lider”?

La grandiosa caminata del sábado, en la que Caracas se vio inundada por kilómetros de simpatizantes con la candidatura opositora fue un golpe muy duro para la psiquis del golpista rojo. Ni pagando las utilidades decembrinas adelantadas, ni movilizando a gente del interior en autobuses, trenes, nuevos tramos del metro, Chávez concentraría tanta, pero tanta gente. Lo más triste -para él- es que no tiene como justificar el supuesto apoyo que obtendría en sus urnas electrónicas. Sólo una posibilidad tendría sentido: fraude electoral.

Es por ello que, seguramente las próximas semanas estarán plagadas de situaciones inverosímiles, de acciones y reacciones de desespero por parte del gobierno. Si estuvieran tan seguros de la victoria, no sucederían; pero precisamente por lo frágil, por lo endeble de sus argumentos triunfalistas, es que todo se les vendrá abajo. Por más mensajes de “amor” que despliegue a los cuatro vientos, todo el odio que Chávez sembró con tanto esmero le dará una tremenda cosecha.

El gobierno de Fujimori en el Perú, del “invencible” samurai, se cayó por un video. No fue con un video como el grabado en PDVSA, en el que un funcionario de segunda categoría hace méritos con su líder; pero fue con un video. Quien quita que alguna venezolana, de esas con bastantes ovarios, se atreva y nos regale la sorpresa de algo contundente que termine de removerle el piso a los indecisos, a los de conciencia pagada y hasta a los propios gobierneros. El valor no tiene color, pero el miedo… es rojo, rojito.

Ilustración:


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