viernes, 27 de octubre de 2006

Los hijos no reconocidos de la revolución

Hace una semana, César Hildebrandt, un menudo, mordaz y polémico periodista, soltó la perla en un diario limeño: Alan García, el actual presidente del Perú tiene un hijo extramarital. Casi inmediatamente, a quienes se hicieron eco de la “bomba” les vino a la mente el escándalo que protagonizara el anterior mandatario Alejandro Toledo quien, después de muchos dimes y diretes, terminara reconociendo como su hija a una niña ya bastante grandecita.

Como respuesta, el mismo lunes siguiente el mandatario peruano, al lado de su esposa y primera dama, declara que el niño sí existe, que lleva su apellido y que tienes todos los derechos como corresponden, palabras más, palabras menos. Hasta ahí, todo pareciera ser una historia digna de “Hola!” o de alguna publicación tipo “chepa candela” de chismes de farándula y demás. Sin embargo, García –como era de esperarse- no hizo más que poner la venda antes de aparecer la herida. En su momento, Toledo tuvo un bajón terrible en su ya minúscula popularidad, por no dar la cara como hombre y quedarse con la careta de presidente. Habría que ser bien idiota para no aprender de experiencia ajena.

Si llama la atención este caso es sólo por el “pequeño” detalle que se trata de un personaje público, nada menos que el presidente de la República. No hay que tener dos dedos de frente para reconocer y aceptar que el tener notoriedad tiene como elemento en contra la poca intimidad con la que se cuenta. Todo movimiento brusco en el plano personal, marital, íntimo, etc., será comentado por los medios y por la sociedad. Irónico costo el que hay que asumir.

Es interesante también el nivel de hipocresía que aún existe en la sociedad peruana, especialmente la limeña. Comparada con otras capitales latinoamericanas, Lima es conservadora, mojigata, rayando algunas veces con lo ridículo. Una situación relativamente “normal” es comentada como si fuese un sacrilegio, un horror de la humanidad que al llegar a los medios no hace más que convertir a los divulgadores de la noticia en unos vulgares y silvestres cacasenos. Pero bueno, pese a todo ello, Lima y su gente no dejan de tener su encanto. Su aire de castidad –mas no castizo- hace que su población mestiza tenga “lo suyo”, así como la de Bogotá, de Caracas, de Quito y otras capitales, también.

Bien por el niño. Tiene papá, mamá, y ningún rollo legal que le genere alguno existencial. García reconoció su affaire y colorín colorado. Sin embargo, uno que no reconoce ni lo que respira es, coincidencialmente, un individuo amiguísimo del mandatario peruano: el cazador de demonios de la ONU, Hugo Chávez.

Al día de hoy, el invencible líder de la “revolución” bolivariana no reconoce que –en menos de un mes- está haciendo otro papelón a nivel mundial. Su “lucha contra el imperio” canalizada esta vez a través del feroz combate para obtener un puesto no permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, no ha hecho más que colocarlo como el maníaco depresivo que es, revelando de paso su incapacidad como gobernante, como jefe de Estado y como jefe de la diplomacia de Venezuela. Felizmente, en el mundo está perfectamente claro que es él y no el país, no la sociedad, no los venezolanos y venezolanos dignos, los que están empecinados con un capricho idiota que ha costado millones y millones de dólares.

Él sabe que está derrotado, él sabe que ha hecho y seguirá haciendo el ridículo, pero no sabe como zafarse de la situación. Sus mensajes sobre la obtención de una “victoria moral”, hacen recordar aquellos concursos del Miss Universo cuando la venezolana queda como finalista, pero no gana, y la prensa le otorga el título de “ganadora sentimental” del certamen. Como militar que supuestamente fue, Chávez sabe que se gana o se pierde, que no hay medias tintas, y que de moral nada tiene el ridículo internacional que viene haciendo utilizando el nombre del país.

Pero ese no es el único “hijo” no reconocido del presidente venezolano. Los últimos y seguidos fracasos en materia internacional electoral, han sacado a flote el Titanic que es su proyecto “bolivariano”. Precisamente en el Perú, un congresista se ha dado a la tarea de ventilar el supuesto financiamiento que Chávez dio a uno de sus hijos bastardos, es decir, Ollanta Humala. Cuatro millones de dólares entregados en maletines por funcionarios de la embajada venezolana en Lima, afirma el congresista que recibió Humala. Sin embargo, el hijo también reniega de su padre y se limita a llamar “traidor” al denunciante.

En el altiplano, el hijo querido Evo Morales cumple como buen soldado todas las órdenes que le da “su” comandante Chávez. Primero afirmó que acompañaría a Venezuela “hasta la muerte” en su lucha por el sillón en la ONU. Luego, aceptó que iría al frente como “candidato de consenso” porque Chávez se lo pidió, para luego quedarse con el rabo entre las patas. Total, para eso sirven los tontos útiles… así sean inútiles.

Pero esto de estar pariendo hijos por América Latina no ha dado resultados. Mucho menos ha tenido sentido “adoptar” a todo aquel que diga estar contra el imperio, o aquel que diga que quiere ser hijo del ex golpista venezolano. Sino, veamos al candidato Correa en el Ecuador. Bastó que lo mencionara para que su ascenso fuese flor de un día. Otro que anda en problemas filiatorios es Daniel Ortega en Nicaragua, quien ante la lista de fracasos –pasando por López Obrador en México- no quiere correr riesgos.

Gran suerte para Chávez que él si ha sido reconocido a nivel universal. Fidel Castro –en vida- dio muestras lacrimógenas de su amor por su hijo putativo, y no es para menos, ¿qué hijo le ha regalado tanto petróleo y lo ha idolatrado tanto como él? Ninguno. Mientras tanto, miles de hijos, quizás millones, en Venezuela, esperan ser tomados en cuenta por un gobierno manirroto, derrochador y corrupto como el “bolivariano”.

En ocho años de gobierno -como dicen por ahí- la única obra de infraestructura propia es la llamada “trocha” que se construyó ante la caída del viaducto que comunica Caracas con La Guaira. La única, porque todas las demás de las que se jacta fueron iniciadas por gobiernos anteriores. A pocas semanas de las elecciones presidenciales, todo parece indicar que –en condiciones de pulcritud y transparencia- el ex golpista será despedido de la presidencia y ningún hijo llorará por ello. Total, en todo este tiempo Chávez ha demostrado ser un gran hijo…

Ilustración:


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