Patética dignidad
En diciembre pasado, en el Día de los Inocentes, escribimos una cuerda de ridiculeces para celebrarlo, como muchos acostumbran a hacerlo; pero nunca tuvimos la intención de hacer el papel de brujo o adivino. Por el contrario, el carácter risible y absurdo de las “Políticas de Estado” esbozadas en ese artículo eran de tal magnitud que todo no pasaría de un (mal) chiste. Sin embargo, subestimamos al régimen: su sentido del ridículo, de la vergüenza y de lo que realmente pueda considerarse como digno, es algo extrañamente contrario a lo que dicta el sentido común.
Este 4 de febrero de 2007, Chávez cambió su programa dominical por un show completo y en cadena nacional para que nadie se lo pierda. El pretexto fueron los quince años de la intentona golpista con la que intentó derrocar a Carlos Andrés Pérez la cual, a pesar de ser un fiasco militar monumental, catapultó mediáticamente al hoy presidente de la –por ahora- República Bolivariana de Venezuela.
Aunque no con la misma magnitud de la campaña electoral de hace unos meses, los autobuses cargados de empleados públicos -o de cualquier tarifado que quiera hacer “turismo” en Caracas a cambio de una franela y cachucha rojas- se hicieron presentes en la ciudad. En las puertas o cercanías de los ministerios –en la capital- hombres y mujeres, en algunos casos con sus pequeños hijos, todos disfrazados de rojo, hicieron cola para abordar la unidad que los llevaría al inicio de alguna de las marchas de “miles de voluntarios” que se dirigirían a Los Próceres, donde se realizaría un “magno” desfile “cívico-militar”.
Es un hecho innegable que Chávez está en el poder para hacer lo que le da la gana, cuando le da la gana, y dar –si es que lo hace- las justificaciones que le da la gana. Una muestra más de ello ha sido el motivo de la “celebración”: “XV aniversario de la revolución bolivariana” (como se leía en el cintillo presente durante la televisada fiesta patronal) o “Día de la Dignidad”, denominación ésta que ha recibido los más duros, escatológicos y viscerales calificativos, no sin falta de razón.
En primer lugar, asumir que su “revolución” se inició con su intentona golpista en 1992 es tan absurdo como creer que los precios del petróleo están tan altos gracias a él. Claro, ya lo dijimos, el ahora habilitado todopoderoso puede decir lo que le venga en gana y en cadena nacional. Asumir que su intentona golpista, en la cual murieron muchos inocentes, en la cual muchos soldados rasos fueron traídos a Caracas bajo engaño, en la cual se pretendía tomar el poder al costo que fuere no tiene nada de digno, ni aquí ni en la China.
Es sabido, admitido y documentado, que Chávez siempre buscó la toma del poder y el asesinato de autoridades militares y/o civiles en ese proceso. El “bolivarianismo” fue el pretexto para tapar sus ansias de poder, su delirante mesianismo, y así reclutar jóvenes militares a su “causa”. Sus argumentos “libertarios” se vieron apoyados en todos los errores cometidos por la dirigencia política en los años que se mantuvo como militar activo. Sin embargo, nunca tendrá una justificación válida, menos aun cuando hoy Venezuela se encuentra en una peor situación que hace 15 años.
El hacer creer que es un día de “dignidad” nos hace recordar a –precisamente- “su” idolatrado general Juan Velasco Alvarado, militar dictador en el Perú a finales de los 60 y principios de los 70, quien instauró un feriado con la misma denominación: “Día de la Dignidad”. Qué casualidad, ¿verdad?
Por otro lado, el escenario montado para este burdo teatro “socialista” no lo ayuda en nada. El desfile y hasta los motivos argüidos quedaron en segundo plano cuando el “líder” llegó a la explanada de Los Próceres disfrazado en uniforme de campaña, con la banda presidencial colocada de izquierda a derecha (como la viene usando desde que reasumió la presidencia) y con la camarilla golpista de ese entonces también disfrazada de uniforme militar. Tremenda dignidad. Claro, el poder es para eso, para usarlo para lo insospechado, hasta por encima de lo ridículo.
Ver decenas, cientos, miles de personas uniformadas marchando se está convirtiendo en Venezuela en un espectáculo hasta ordinario. Y decimos uniformadas ya que sería extraño creer que sean militares –institucionalmente hablando- luego de escuchar como esos individuos vociferaban el “patria, socialismo o muerte” como si fuera un canto militar o algo parecido. La institucionalidad, “eso” de lo que tanto se jactaban con toda razón las Fuerzas Armadas de Venezuela, parece haber quedado en el olvido.
Parece ser una costumbre que los actos chavistas sean tragicómicos, y esta no fue una excepción. En un momento de su alocución, un misterioso personaje casi se abalanzó sobre Chávez vociferando cosas extrañas, que ni lo hicieron pestañear, pero que dejaron al descubierto que por más anillos de seguridad cubanos, por más “revolución armada” que tenga, los que lo rodean son de carne y hueso.
Ya sea por los “convencidos” asistentes al acto de hoy, por los uniformados que marcharon, por quienes defienden lo indefendible y hasta por los que se aguantan esta tragedia griega al más tropical estilo venezolano, la “dignidad” que supuestamente se celebró ha quedado tajantemente en entredicho. Lo único cierto es que todo lo que se avecina es patético. Patética dignidad.
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Venezuela, Socialismo, Golpista, Chávez
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