Descubriendo el agua tibia
“Ser rico es malo”, ha sentenciado el Presidente de Venezuela, y ese mensaje muy bien pudiera entenderse como “lo bueno es ser pobre”. O sea, la revolución bolivariana está bien encaminada, pues los indicadores de pobreza han crecido sin descanso durante los seis largos años de gobierno de Chávez.
Sus ya varios programas de empleo, sus intentos de programa económico (pues no tiene ninguno claramente definido) no han tenido consecuencia positiva alguna en la población. Es que, su tremenda vocación “socialista” entra en claro conflicto con lo que no se cansa de repetir, ahora más abiertamente y a los cuatro vientos: el capitalismo ha fracasado, el neoliberalismo es el camino al infierno y otras yerbas.
Cualquier persona en este planeta, con medio dedo de frente, sabe que la economía de mercado es la que genera riqueza. El que unos sean más ricos que otros no quiere decir que sea malo, es producto simplemente de que hay unos más competitivos que otros. Entonces, ¿cómo ser socialista, o neosocialista, o socialista del siglo XXI -o como se le ocurra autodenominarse-, si se tiene ese chorro de dólares producto del petróleo?, resultado, precisamente, del libre mercado que mantiene los precios por las nubes. Los intentos de Chávez de combinar arroz con mango han sido fatales y lo seguirán siendo.
Por ejemplo, en vez de promover la inversión privada, la creación de grandes empresas o atraer capitales extranjeros, lo cual generaría empleo; se dedica a atacar a los “oligarcas” (que hay que buscarlos con lupa) y a fomentar la creación de “cooperativas”. Ya alguna vez lo dijimos: no estamos en contra de las cooperativas, pero un país nunca será desarrollado sobre la base de la filosofía de este tipo de asociaciones.
Tantas son las contradicciones, que el novísimo Ministerio para la Economía Popular va a promover la exportación de los productos de estos cooperativistas. Pero, ¿saben cuál sería el destino? Nada más y nada menos que la isla del mar de la felicidad, Cuba, donde, la gran parte de la población está en el nivel “bueno” y deseable para Chávez y Fidel Castro, o sea, no son ricos (por no decir, son pobres).
Pero en el mar de las contradicciones ha surgido un tema que traerá cola y –quien sabe- la caída de unas cuantas caretas. El Nuevo Herald de Miami, de la pluma del periodista Casto Ocando, ha destapado un escándalo, que no lo es tanto, y que a nadie ha sorprendido en Venezuela: “Desangran a la petrolera venezolana”.
En un amplio trabajo de investigación, realizado sobre la base de documentos confidenciales y declaraciones de fuentes que trabajan en la industria, se “descubrió” que altos funcionarios de Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA) (entre los que se cuenta un primo de Chávez) están autorizando el pago de multimillonarias comisiones por la venta de sus productos en el mercado internacional, en una clara violación a las normas de la petrolera y las leyes anticorrupción.
Las comisiones son depositadas en una docena de cuentas bancarias en cuatro países, producto de una intrincada red de intermediarios, entre las que se cuentan relaciones políticas, financieras y familiares, según el medio mayamero. Pero este supuesto caso de corrupción es “la punta del iceberg”, pues hay otros hechos que apuntan a que la industria petrolera venezolana está frente a (si es que no está dentro de) una delicada situación financiera.
El ministro del área, quien ocupa también la presidencia de PDVSA, ha anunciado que venderán dos refinerías del grupo CITGO, irónica propiedad venezolana en los Estados Unidos, pues aquellas están produciendo pérdidas. En esta coyuntura mundial, habría que ser bien (o demasiado) inútil para que una refinería no arroje ganancias, dados los niveles de precio y la demanda internacional de petróleo y sus derivados. Lo que se ve a leguas, es que hace falta dinero y hay que obtenerlo así sea vendiendo, no la gallina, pero sí algunos huevos de oro.
Otra señal, es la advertencia-amenaza-orden de Chávez de cambiar las condiciones con las compañías petroleras extranjeras en Venezuela. Un aumento del 34 al 50% del impuesto sobre la renta, vendría unido a la revisión de los impuestos pagados hace una década, pues “han estado defraudando al Estado venezolano”. Hace falta dinero y hay que conseguirlo. ¿Y dinero para qué? ¿No que, “es malo ser rico”?
Una posibilidad es que alguien –por fin- se haya dado cuenta de que el sector va en caída libre, pues en todo este tiempo no se han hecho las inversiones necesarias para actualizar y ampliar la vital industria del país. Sin embargo, no pareciera, pues si las actuales instalaciones andan a media máquina, menos interés habría por nuevas exploraciones.
La otra opción es que se necesita más dinero para las venideras campañas electorales, más dinero para mantener las llamadas “misiones” populistas del gobierno, más dinero para los miles de reservistas (gente humilde, con escasa preparación, a la que hacen vestir uniforme para defender la soberanía, contra el imperialismo). Más dinero para mantener una economía ficticia, subsidiada, con controles de cambio y de precios. Más dinero, que hasta a las reservas internacionales se les quiere poner un tope para así poder arremeter contra ellas.
Algo huele mal, muy mal, en el manejo de los enormes ingresos que, por la venta del petróleo, tiene Venezuela. Algo huele venir en la “boyante” economía bolivariana. Inclusive, hasta raro huele el signo monetario, como que compra mucho y no compra nada. Pero todo esto, es como descubrir el agua tibia en Venezuela.
- Noooo chico, mejol cuéntame una de vaqueros…
- No mi pana, una de vaqueros no puede sel… es contra la revolución. “Hay que odial a los gringos !!!!”.
- Eso es veldá. Tonces no me cuentes ná y sigamos calladííítos…