lunes, 22 de enero de 2007

Gasolina: Guerra avisada...

La tranquilidad noticiosa de los fines de semana llegó a su fin. Tras varios domingos de descanso, el reelecto líder de la República Bolivariana de Venezuela reabrió fuegos –literalmente- e hizo una serie de anuncios en su programa “Aló Presidente”. Más allá de la nota particular que suele ponerle a su maratónico dominical, el de ayer fue uno de revelaciones en materia económica: peligrosas revelaciones de lo que viene de la mano de su “socialismo del siglo XXI”.

En primer lugar, lo más sonoro fue el anuncio del aumento en el precio de la gasolina, algo que por muchos años ha sido un punto de “honor” tanto para el gobierno como para los gobernados. Dado que el petróleo y la gasolina forman parte del “acervo cultural” del venezolano, hablar de combustible caro siempre ha sido un absurdo pues “Venezuela es un país petrolero”. Bajo esa premisa, que PDVSA cubra costos para todo aquello que comercialice con el exterior; pero internamente, que asuma los mil millonarios dolarizados subsidios que correspondan. Total, “Venezuela es un país petrolero”.

Por otro lado, Venezuela es un país eminentemente importador, y ahora más, cuando según cifras del todavía autónomo Banco Central de Venezuela en 2006 el 90% de las exportaciones fue petróleo y más petróleo, lo cual generó ese mar de dinero que sustenta las importaciones que consume el venezolano. Según esas mismas cifras –del BCV-, la limitada producción nacional no petrolera se destina a consumo interno y algunos pocos rubros para la exportación.

Sin embargo, pese a esa dramática realidad, eso no quiere decir que vivamos en tiempos de la carreta, tampoco quiere decir que el transporte de personas y bienes se realice en burro, y mucho menos que la gasolina la utilicen sólo los que tengan autos de marca o camionetas. Las “investigaciones” que ayer citó Chávez, según las cuales "las clase media y alta son las que más se benefician, porque el pobre anda en autobús o metro", sólo pueden dejar al descubierto la mediocridad de dichas “investigaciones” y el craso desconocimiento de economía de quienes rodean al líder bolivariano, ahora socialista sigloveintiunero.

Inevitablemente, ante el incendiario anuncio, muchos venezolanos recuerdan el “Caracazo” de 1989, cuando precisamente por un aumento similar, los habitantes de las zonas marginales y marginadas –principalmente- se volcaron a las calles a acompañar las protestas de transportistas, lo que degeneró en saqueos y en una cantidad de muertos que hasta el día de hoy es desconocida. Curiosamente, Chávez y sus seguidores juran y perjuran que el “Caracazo” fue la génesis de las intentonas golpistas de 1992 que lo catapultaran años más tarde a la presidencia.

No obstante, hay que ver un poco más allá del anuncio, hay que ver más allá de los débiles y/o populacheros argumentos ventilados para justificar su aumento ("ya es una grosería vender la gasolina como la estamos vendiendo: mejor sería regalarla"... "No tiene por qué incrementar el costo de nada, porque lo va a pagar el que tiene el BMW o tiene tremenda camionetota"). Lo que hay detrás del anuncio es la falta de liquidez, de caja, de dinero en el fisco. En otras palabras: a pesar del torrente de dólares que ingresa por la venta del petróleo, el gobierno no tiene suficiente dinero para pagar todas las obligaciones que ha contraído y mucho menos para afrontar los ofrecimientos de ayuda para otros países; por lo que tiene que recurrir al indeseado aumento.

Irónicamente, el incremento de precio en el incendiario elemento es algo de sentido común, ya que nadie debería producir para vender por debajo del costo. Sin embargo, como nadie tuvo ese sentido común, el Fondo Monetario Internacional recomendó en 1989 tomar la medida para tener mayores ingresos, para hacer caja. O sea, el gobierno socialista aplica medidas neoliberales, capitalistas e imperialistas, simplemente porque las cuentas no le cuadran, ni con la bestialidad del ingreso petrolero, ni con los enormes ingresos por recaudación tributaria.

Digan lo que digan, al dueño de la buseta se le incrementarán sus costos; de hecho el principal costo, pues todos los días llena el tanque de gasolina y todos los días come, y seguramente no querrá dejar de comer o comer menos que el mes anterior. El metro no sube cerro, el metro (o el tren) no llega a todas las poblaciones cercanas a Caracas, el metro no está en todas las ciudades del interior y mucho menos los bienes y productos que se producen en el interior llegan a la capital en metro. Así como cuando el dólar sube (así lo nieguen); por “acervo cultural” del venezolano, si el precio de la gasolina sube, todo sube.

Pensar en soluciones o en modelos "de manera que no afecte el transporte de alimentos ni la inflación", es buscarle la cuadratura al círculo. Ojalá que al gobierno no se le ocurra vender gasolina con tarjetas, cupones, libretas o cosas raras, a un precio preferencial, pues inmediatamente surgirá otro mercado negro o paralelo; otro más en la ya desequilibrada y distorsionada economía venezolana.

Para terminar –por ahora- una aclaratoria a mis lectores rojos, rojitos: este no es un artículo contrarrevolucionario, subversivo, golpista o algo que se le parezca. La economía, el libre mercado y las experiencias fracasadas en países que tomaron medidas similares, están a la disposición de quienes quieran aprender de ellas. Lamentablemente, de acuerdo con lo que se sabe, con el “habilitado” conocimiento que se tiene, esta medida es sólo el comienzo… es decir, esta historia continuará.

Ilustración:

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