lunes, 27 de setiembre de 2004

¿Gobernabilidad o telenovela barata?

Una opinión más sobre el mismo tema, aunque ojalá que la presente aporte algo. El ex presidente Paniagua ha dicho que "la crisis de los partidos, incluso de los partidos de oposición, debilitan en general la gobernabilidad del país y del sistema democrático que tiene como soporte a los partidos". Lamento profundamente estar en total desacuerdo con lo dicho por él. Los bochornosos espectáculos del partido de gobierno, con sus asquerosos intríngulis (porque hace rato que dejaron de ser “trapitos sucios”), sólo ponen en peligro su existencia como grupo político así como la credibilidad y confianza de su electorado (si alguna vez las tuvieron).

La gobernabilidad depende estrictamente de la fortaleza de las instituciones y de las personas envestidas de autoridad por el pueblo para gobernar. Por su parte, el sistema democrático tiene sus pilares en el ejercicio soberano del sufragio por parte de los ciudadanos, y en la actitud pro activa y fiscalizadora hacia sus representantes. Obviamente, dicha actitud no termina de hacerse efectiva en términos reales hasta que el pueblo los “despida” de sus cargos en los siguientes elecciones.

Mientras tanto, lo que corresponde es llamarle seriamente la atención a toda esa cuerda de funcionarios públicos (electos o designados) para que cumplan el papel que les corresponde y se dejen de tanta habladera de pistoladas y de sinvergonzonerías. Para que esto no suene a poesía y puro romanticismo, quien debe poner orden es el presidente Toledo y sin pensar en el 8, el 10, el 15 o cualquier otro X por ciento en las encuestas antes de mover un dedo.

Más de uno se siente obstinado, podrido, hastiado, de tanto escuchar, ver y leer –por ejemplo- sobre la renuncia del señor Solari. ¿Será que el país está a un paso de entrar en la dimensión desconocida a causa de la tan sonada dimisión? Hasta el que no tiene frente quiere especular o predecir que va a pasar con el renunciado. El menos locuaz se atreve a decir que ahora se fregó el partido de gobierno y que se están quedando sin gente. Que todo es una estrategia para algo.

Que el partido tal lo quiere ahora entre sus filas. Todos quieren descubrir el agua tibia.
Pero, ¿será que en realidad peligra la estabilidad democrática por la denuncias de corrupción? ¿Estaremos frente al Apocalipsis de la política peruana? ¿De la estabilidad de un partido -que se degrada hasta el punto de partiducho- depende el avance del país? Por favor, a otros háganles creer que los pajaritos salen preñados.

Vamos a hacer una afirmación, y muy tajantemente: Los ciudadanos sin cargo público, no somos como los partidos políticos, no nos comparen con ellos, no nos hagan novelitas rosa de sus problemas, ni le agreguen a nuestro ya sacrificado día a día un tema tan inútil de discusión. No nos quieran meter el cuento de que, cuando a los partidos les va mal, la democracia se resfría o alguna hierba parecida.

Lo que me encantaría saber, que me cuenten, que informen a los cuatro vientos (o a los cuatro Suyos), es que metieron en la cárcel a individuos que a todas luces han robado. Saber que el Presidente se encarga de botar, como se merece, a todo tipejo que sólo está pendiente de donde hay un “negocio” para ganarse una comisión (léase otra vez, robar). Inclusive, si implica meterse con la familia (hablando en términos de sangre, claro está).

La tarea de un gobernante, o de él con su equipo de gobierno, es trabajar para lo que –supuestamente- ha sido electo y no para resolver problemas partidistas, así sean del propio grupo que lo llevó al poder. Si la gente que lo acompañó fue eficiente sólo en la campaña electoral, o para venderse bien, ese no es problema del país. Si sirvió para el partido, pero no sirve para el Estado, que no asome un pelo en asuntos estatales.

Si es una persona capacitada, honesta, profesional y en “su” partido las cosas están como apestosas, y la vista sigue gorda, sin la mínima intención de ponerse a dieta, pues que renuncie, que se vaya sin mucha alharaca, y ya. Si todo es tan malo allí adentro, pues a buena hora que se retira para no embarrarse con suciedad ajena, y ya. Si eso no implica dejar de aportar lo mejor de su persona al sector público, al privado, o al sector académico, que lo haga, y ya. Y si es todo lo contrario, que siga con su telenovela barata, que yo cambio de canal.

A la gente de a pie le interesa que el bienestar se sienta en su bolsillo, no que se chorree o le salpique de alguna institución pública y mucho menos de un tugurio partidista. Al joven que estudia para ser profesional le interesa que haya inversión, que se creen fuentes de trabajo en las que pueda desempeñarse y no para ser una contribución al porcentaje estadístico de informales o de desempleados.

No estoy en contra de la política, del actuar político o de aquellos que se consideran políticos. Sí lo estoy de los politiqueros, de la politiquería, de aquellos ignorantes que quieren hacer de la política un circo para beneficio personal. Estoy en contra de cualquier individuo que entra en la política, no para servir, sino para servirse. Quiero ver que en el Perú hay gobernabilidad, que los medios lo reseñan, y no pura telenovela, mucho menos de las baratas.

lunes, 20 de setiembre de 2004

Folklore y tortas

Un curioso pedido realizó el presidente del Congreso de la República del Perú, Antero Flores-Aráoz, dentro del marco de la presentación de los alcances de la Agenda Legislativa 2004-2005. De acuerdo con lo reseñado en un conocido medio, el congresista solicitó al periodismo nacional mayor difusión de temas de interés nacional en lugar de otros coyunturales o anecdóticos, tales como “pataditas” o gestos obscenos, a los que nosotros calificaríamos propiamente como folklóricos.

En primer lugar, no nos preocuparíamos tanto por eso. En todo caso, pena ajena deberían generar. El que un individuo sea tema de cobertura periodística por soltar un gesto evidentemente equino u otro porque tiene un Marcel Marceau reprimido en su ser, no tiene nada de llamativo, salvo porque uno tiene aspiraciones políticas y porque el otro tiene el cargo de embajador; demostrando éste que sabe tanto de diplomacia y tiene tantos méritos para el cargo, como quien escribe para estar en la NASA preparando alguna misión a Saturno.

Pero a falta de pan, buenas son las tortas, dicen por ahí; y eso demuestra el nivel y calidad de los acontecimientos en el día a día nacional. O sea, pareciera que no existen hechos más interesantes o trascendentales que cubrir. Para contrarrestar esa situación, la cabeza del Poder Legislativo tiene entonces una oportunidad de oro para demostrar que hay logros que merecen cobertura, acciones que merecen que la población las conozca y resultados que el pueblo debería aplaudir.

Para empezar, que todos esos asuntos que están “en consideración” (reducción de oficinas y cargos innecesarios en el Congreso, por mencionar alguno) se concreten, que las leyes que se discutan finalmente se aprueben, que no sean copiadas de algún lado y que tengan una utilidad para el país, no sólo para engrosar el currículo legislativo de algún parlamentario. Trabajo tienen por allá y tendrá toda la razón, hasta para reclamar, si no se le da la debida cobertura si rinde buenos frutos. Mientras tanto, seguiremos con las “tortas”.

Ello me lleva a reflexionar sobre un tema relacionado: No sé por qué, algunas veces me da la impresión de que se suelen “generar” noticias cayendo en el jueguito de uno que otro personaje de la política nacional, más que la propia tarea de la cobertura reporteril. Por ejemplo, con el señor de la “patadita”.

¿Será que la profesión de dicho personaje es la de “opinólogo clarividente”? Me lo pregunto porque hay ocasiones en las que al susodicho se le consulta sobre cuanto tema esté sobre el tapete, como si su opinión (muy respetable, por cierto, como la de cualquier mortal) fuera la que encaminara los acontecimientos. Gran ironía de la vida, ya que cuando tuvo la gran responsabilidad de manejar las riendas del país, todos sabemos hacia donde lo llevó.

Sigue la ironía cuando –para variar- opina sobre la sonada renuncia de Luis Solari al partido de gobierno y dice que "el país necesita movimientos políticos orgánicos, con ideología y que sean escuela de formación juvenil”. Ironía porque estoy seguro que el Perú cuenta con gente joven, preparada, ávida de trabajar por un país distinto, pero esos “movimientos políticos orgánicos” son en ocasiones una piedra de tranca y no dan paso a esas nuevas generaciones.

Existen numerosos estudios de universidades, organismos multilaterales e instituciones académicas que destacan la importancia -e impotencia a la vez- de que América Latina transforme su recurso humano para alcanzar los niveles de desarrollo de otras latitudes, pero una constante negativa en ese proceso de transformación son los partidos políticos, con su caníbal actitud cuando obtienen una cuota de poder.

¿Hasta cuando el Perú tiene que seguir viendo las mismas caras, oyendo los mismos nombres y padeciendo los mismos berrinches de algunos políticos que quieren tener figuración? Claro, tampoco hay que llegar al otro extremo de pedir abiertamente que se contrate a gente de un partido por el único hecho de pertenecer a él. Ya está bueno de tortas.

Toda esta coyuntura folklórica-pastelera nos encamina a una conclusión más seria. Ese paradigma de “la información es poder” está roto. La información es condición necesaria, mas no suficiente. Lo que da poder es el conocimiento y los medios tienen la envidiable posibilidad de hacérselo llegar a la población. Pero eso sí, mi humilde pedido, no nos quiten la cuota de folklore y de tortas, que de algo nos tenemos que reír.

lunes, 13 de setiembre de 2004

Ministerios... que misterio!!!

Todo estadista que se precie de serlo (o querer serlo), debe ofrecer, prometer y comprometerse con la tarea de reducir el tamaño del Estado que recibe, es decir, eliminar ministerios públicos; y esto sin importar la tendencia ideológica que asome. El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, no se queda atrás y hace algunos años, en los primeros meses de su “extenso” período de gobierno, divulgo como una de sus metas –precisamente- la reducción de algunos polémicos entes públicos. (Chávez está en su segundo mandato, pero primero bajo la actual Constitución, que al final suman casi siete años al frente del poder. De allí lo de “extenso” período).

Sin embargo, lo difícil para ese mismo estadista es hacer realidad la tan frecuente promesa (ya sea electoral, electorera o de gobierno) y mucho más difícil –rayando en lo imposible- no caer en la tentación de crear un nuevo, necesarísimo e importantísimo ministerio. Chávez tampoco se quedó atrás.

En su dominical programa “Aló, Presidente” de este 12 de septiembre, anunció la creación del Ministerio para la Economía Popular y el Ministerio de la Alimentación, además de unos enroques entre algunos (los mismos) miembros de su “revolución” en ciertos cargos públicos. Hasta aquí nada espectacular ni de otro mundo, salvo por los grandes misterios qué generan esta nueva estrategia gubernamental.

1er misterio: Si los ministerios es una forma de dividir administrativamente las tareas del Estado, para trabajar eficientemente en la búsqueda del bien común, ¿por qué enfocar su creación sobre la base de cubrir necesidades, de la existencia de problemas y no trabajar en su solución sin burocratizarlos? Me explico:

Todo individuo tiene como necesidades elementales la educación, la salud, el trabajo. Una vez satisfechas éstas podrá acceder a otras como la vivienda, el transporte, la diversión, el turismo, etc., todas ellas –por supuesto- en un entorno de justicia, de seguridad y de estabilidad económica. Si nos percatamos, cada necesidad tiene un ministerio, algunas con el mismo nombre y otras con uno semejante. El “administrador” designado del sector (léase ministro) tiene la tarea de generar un ambiente favorable para que esa “necesidad” sea satisfecha por los individuos sin mayor requisito que su propio trabajo, y velar para que todos los actores involucrados se apeguen a las leyes.

Si partimos del punto de vista de cubrir necesidades (o sea, papá Estado), entonces deberían crearse un Ministerio del Desempleo, un Ministerio de la Violencia Doméstica, un Ministerio de la Inseguridad Personal y pare usted de contar. En otras palabras, se están institucionalizando los problemas de la sociedad.

2do misterio: En el caso del Ministerio de la Economía Popular, el gobierno venezolano se propone promover el cooperativismo como "línea estratégica fundamental de la organización comunitaria para la producción", que caracterizará "el nuevo modelo social para la justicia", dirigido a los sectores populares. Nadie dice que el cooperativismo sea negativo y creo que nadie se puede atrever a negar que es una loable forma de búsqueda de utilidad común entre sus socios. Salvo un pequeño detalle: estamos en el siglo XXI.

Aunque algunos no lo quieran admitir, estamos en una sociedad globalizada, en una era en la que el conocimiento es uno de los activos más valiosos para cualquier nación que quiera estar a la par con el progreso, la modernidad, la tecnología, y que quiera disfrutar de sus bondades. Afortunadamente, en Venezuela hay un ministerio para la Ciencia y la Tecnología que, a nuestro parecer, debería recibir un enorme apoyo estatal aprovechando la coyuntura de altos precios del petróleo. Como decía Arturo Uslar Pietri: “sembrar el petróleo”.

Qué ejemplo para el mundo sería contar con nuevas tecnologías “made in Venezuela”, o inclusive la formación de cooperativas para el desarrollo tecnológico, más que la simple agrupación de individuos que a la larga sólo sean miembros de la economía informal con una personería jurídica “popular”.

3er misterio: ¿Por qué el Estado quiere seguir siendo “papá Estado” y quiere que la sociedad se acostumbre a ser “hijito de papá”? Chávez no oculta su diatriba de satanización del neoliberalismo e incluye en él a un sector del empresariado pero, ¿por qué excluirlos de la administración de algún sector del aparato estatal? Algo deben saber, alguna experticia deben tener y estudios, seguro que deben tener.

Si por los resultados oficiales del referéndum hay Chávez hasta el final de este período presidencial (hasta que no se pruebe lo contrario), ya es hora de que la sociedad venezolana no siga dividida, que todos trabajen hacia un objetivo común de país y no por una arenga revolucionaria y excluyente. La facilitación de este proceso le corresponde al gobierno, pero en el papel de uno más de esta sociedad y no como un todopoderoso, pues ese “poder” es pasajero hasta que el pueblo lo permita.

Por último, y este no es ningún misterio, las instituciones deben desempeñar una función de interés público y no de interés político. Para el ciudadano común, ministerio es sinónimo de burocracia, papeleo, enredo, ineficiencia… y eso tampoco es un misterio.

domingo, 5 de setiembre de 2004

Probabilidad vs. credibilidad

Este domingo 5 de septiembre, la Asociación Civil “Súmate” (algo así como lo que fuera el Movimiento “Libertad” en el Perú, a fines de los 80) dio a conocer unos avances de su investigación en torno a lo que sucedió en el Referéndum Revocatorio del pasado 15 de agosto en Venezuela. El multidisciplinario equipo al frente de esta tarea, cuenta entre sus filas a dos destacados profesionales: Ricardo Haussman y Roberto Rigobón, de la Universidad de Harvard y del Massachusetts Institute of Technology (MIT), respectivamente.

Precisamente, el primero de ellos expuso en rueda de prensa hacia donde se encamina la investigación del supuesto fraude cometido. Palabras más, palabras menos, Haussman señaló que existe un 99% de probabilidad de que se haya cometido un fraude y un 1% de probabilidad de que las inconsistencias numéricas hayan sido producto de la casualidad.

Inclusive van más allá: “se abre la posibilidad de que se hayan alterado los resultados sólo en una parte de los 4.580 centros automatizados, digamos 3.000, y que la auditoría posterior fue exitosa porque el programa del Consejo Nacional Electoral dirigió la búsqueda de la muestra a los 1.580 centros no alterados”.

Más allá de la terminología estadística, técnica, o de lo matemática y terrenalmente posible, creemos que más que discutir de probabilidad, lo más importante para las sociedades latinoamericanas (porque esto no es exclusivo de la venezolana) es la importancia de la credibilidad en sus instituciones y en los actores políticos de turno. Cuando se pone en tela de juicio el accionar de quienes han sido investidos de poder, poco o nada pueden hacer hasta que la confianza se haya recuperado.

¿Es esa pérdida de confianza, de credibilidad, culpa de unos numeritos? ¿Es que cualquier grupo de la sociedad puede empujar a la cuerda floja a un gobierno, con sólo divulgar un estudio, encuesta o proyección? ¿Es tan manipulable lo que piensa una sociedad?

Desde nuestro punto de vista, no. De hecho, cuando se divulga un estudio con resultados que parecen una Miss de belleza -por lo maquillados-, el ciudadano que lo escucha o se echa a reír, o piensa en voz alta “se volvieron locos”. Claro está que en nuestras sociedades –lastimosamente- hay sectores faltos de educación, faltos de atención, faltos de figuración, a los que se les trata de vender “espejitos” de esa vitrina hecha a la medida. ¿Para qué? Suponemos que será por eso de una mentira dicha mil veces…

El ejercicio del poder reside en muchos aspectos, y entre ellos se encuentra el asegurarle a la población la existencia de condiciones básicas para su bienestar (bien común), pero también la estabilidad política y la idoneidad de quienes están al frente de los poderes públicos. A tres semanas de la realización del Referéndum Revocatorio en Venezuela, llama la atención que ante un entorno de duda, de esa que llaman “razonable”, muchos prefieran jugar el “a ver, qué pasa”, que trabajar porque prevalezca la verdad, sea cual fuere.

Todavía se percibe, se respira y transpira en la sociedad venezolana el deseo de que definitivamente se conozca qué sucedió en el Referéndum. La gente no quiere que esa verdad salga de la boca de un funcionario público, ni por la de un recalcitrante opositor, mucho menos de organismos internacionales, sino que salga de la misma sociedad, de alguno de sus miembros, sin títulos, rangos, grados o cargos. La gente no quiere saber qué probabilidad hay de que algo sea verdad, quiere credibilidad en sus instituciones.

Por ser época de vacaciones escolares, muchos están descansando, están fuera de la ciudad o hasta fuera del país. Pero en medio de ese ambiente de relativa somnolencia se escucha un grito mudo, ahogado… es la verdad que grita por despertar. Mucho cuidado si se despierta malhumorada.