Misión Imposible
Imagínense a Saddam Hussein, hace unos 10 años, pregonando que en Irak hay una democracia ejemplar, en la que cualquier persona puede disentir del gobierno y hasta elegir a las autoridades que mejor le parezca. Imagínese también que lo que todo el mundo ve, es lo contrario; es más, muchos se lo reclaman, a lo que Hussein responde que quien lo tilde de dictador: “o es loco de atar, un ignorante absoluto, un mal intencionado o un embustero”.
Ahora, en este mismo ejercicio mental, coloque en el lugar del ahora depuesto y preso Hussein al dinosaurio político llamado Fidel Castro. Las calificaciones hacia al personaje y su dictadura se las dejo a su libre albedrío, a las cuales él responderá: usted “o es loco de atar, un ignorante absoluto, un mal intencionado o un embustero”.
Podríamos seguir colocando a otros individuos en el mismo lugar y todos tendrán un patrón, unas características comunes y hasta una patología clínica similar: delirios de grandeza, proyecto político personal (y económico también), pero sobretodo, desubicados en el tiempo y en el espacio, dando como válidos sus esquemas mentales en la sociedad que desgraciadamente castigan con sus seudo gobiernos.
Todo esto viene a colación en vista de la Presidencia Pro Témpore de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) que asumió, a nombre de Venezuela, el presidente Hugo Chávez, presidente constitucional, elegido democráticamente –como no-, pero con antecedentes golpistas, desviados del orden democrático y del actuar civilizado.
En su visita a Lima, pareciera que Chávez emprendió una de sus llamadas “misiones” (nombre que da a sus elucubraciones), las cuales contienen los mismos elementos “ideológicos”, los mismos desvaríos y los mismos sinsentidos temporales. Sin embargo, la “misión” en el Perú alcanzó ribetes patéticos y risibles; mas aún cuando asume por segunda vez la presidencia de la CAN, con mayores promesas que la primera, pero con una clara definición autocrática, dictatorial y megalómana, basada en la riqueza por los precios del petróleo que él disfruta y no el país que dirige.
Por cierto, antes de partir de Caracas hacia Lima, el ex militar golpista estalló en furia y repartió insultos a un prelado de la Iglesia Católica venezolana por el solo hecho de haber dado su opinión en una entrevista a un medio impreso: el cardenal Rosalio Castillo Lara expresó que el país está viviendo una dictadura y -palabras más, palabras menos- que una de las salidas es el artículo 350 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Por decir eso, para Chávez el cardenal es un “bandido", "alcahueta", "golpista", "inmoral", "fariseo" e "hipócrita". Todo un repertorio digno de su persona (de Chávez), pero obviamente no del cargo que le queda muy grande.
Pero ¿qué es lo que dice ese artículo 350?, que por cierto, el líder de la “revolución” alguna vez se vanaglorió de ser su promotor: “Artículo 350. El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos.”
¿Es ser golpista invocar la Constitución? ¿Es ser golpista utilizar la libertad de expresión? ¿Es ser golpista transmitir la realidad que vive Venezuela, y no la que intenta vender su gobierno? Si la respuesta es afirmativa, usted “o es loco de atar, un ignorante absoluto, un mal intencionado o un embustero”.
La realidad es la que no permite que el mundo crea lo que supuestamente es su “revolución”; tanto es así, que se ha convertido en una “Misión Imposible” que alguien sensato, sin interés político o económico de por medio, pueda apoyar sus delirios anti capitalistas, anti neoliberales y anti todo lo que a Chávez le parezca.
Imposible es, por ejemplo, que Venezuela se desarrolle con amenazas de expropiación de empresas cerradas, con la promesa de entregárselas a los trabajadores despedidos, en una rara combinación de populismo, socialismo, demagogia e irresponsabilidad verbal.
Imposible es, también, que la economía no acelere su deterioro con la aprobada reforma de la Ley del Banco Central de Venezuela, mediante la cual el gobierno se puede “apropiar” de siete mil u ocho mil millones de dólares (en la práctica, lo que le de la gana), supuestamente para proyectos de desarrollo y pago de la deuda, sin pestañear siquiera ante advertencias de economistas sobre los efectos negativos sobre la moneda, la inflación y la economía en general.
Imposible es pretender que Venezuela se desarrolle con su “socialismo del siglo XXI”, el cual hasta ahora sólo se caracteriza por regalar u ofrecer dinero a todo el mundo con el fin de exportar su “revolución”, crear empresas con fines políticos (léase Petroandina, Petrosur, Telesur y lo que se le ocurra), cuando internamente sus ministros se caracterizan por la mediocridad e ineficiencia, irónicamente aceptadas por el propio Chávez.
Imposible es sentir pena ajena cuando Chávez, en una muestra de su mente militarista cavernícola, rememora a “su” general Velasco Alvarado, dictador en el Perú en los setenta, quien dejó como herencia pobreza en el campo con su reforma agraria y retraso en la ciudad con sus políticas desfasadas.
Con el control de todas las instituciones, con la manipulación de todo el ordenamiento jurídico en Venezuela, el ex militar golpista está al frente de una dictadura legalista con normas hechas a su medida. Imposible negarlo y por eso sólo le queda el insulto y/o la fuerza. Y quien diga que no, “o es loco de atar, un ignorante absoluto, un mal intencionado o un embustero”.