El último polvo
Esta noche es el esperado debate entre los dos candidatos finalistas a la presidencia del Perú. Aunque debería tenerlas, este evento no lleva la expectativa y la emoción como las tendría un concurso Miss Universo en el que nuestra participante llegó a la final, y están a punto de hacerle la pregunta que –en términos reales- definiría si merece o no la corona de la belleza. Este evento no; aquí las finalistas son un par de feas y, a pesar de ello, hay que elegir a una de ellas.
Estando así esta final, ver los gestos, muecas, posturas, así como escuchar todo lo que digan y no digan Fujimori y Humala, es casi una obligación para todos los electores; pero sobre todo para aquellos que aún se encuentran indecisos (y necesitan un empujón) y para los desconectados de este mundo que dicen que votarán en blanco o viciado. El debate de esta noche será la última oportunidad para que los candidatos se puedan vender, de la mejor manera posible, y a todo el país.
Y no es para menos. Por tercera vez en los últimos 15 años, el Perú se ve obligado a elegir a una persona como presidente de la República, pero para que la otra no lo sea. Es como si fuéramos niños y nos ponen a la mesa los dos platos de comida que más detestamos y, como concesión especial, nuestra madre nos da a elegir uno de ellos… “pero te lo comes todito”.
Por esta pésima costumbre (que ojalá no repitamos el 2016), el electorado no estará pendiente de la mejor propuesta de gobierno, sino de quién es el que pone la torta para no votar por él (o por ella). Somos un país envidiado en muchos aspectos, pero no creo que lo seamos por este patético “método” de elegir al menos malo.
Como era de esperarse, a estas alturas del partido ambos candidatos han recibido todos los golpes, cabes y empujones que ellos mismos se buscaron con su presente, pasado y futuro como personas, y como políticos. Uno está más magullado que el otro, por lo que no les queda más que mostrar su mejor cara y aplicar el mejor maquillaje electoral, y el público está clarísimo que así será.
De hecho, las últimas semanas han sido de intensas labores antropológicas para determinar cuál es el más malo de ambos y –según esa lógica- saber qué haría en su hipotético gobierno. Sin embargo, marchas, marchitas, videos, cadenas de mensajes, encuestas y portadas amarillistas, no valdrán un pepino cuando la gente tenga el lapicero en la mano y deba marcar una de las opciones. Lo único que importará será el susurro de la conciencia.
Como la novia antes de la ceremonia o como la Miss antes de la final, este domingo será un día de intensa preparación y de maquillaje excepcional. Será la oportunidad para que los asesores de imagen demuestren que tanto saben del negocio, y para que los candidatos demuestren que tanto saben dejarse asesorar. Esta noche sabremos si este último polvo facial electoral convence a los inconvencibles y el 5 de junio tendremos -para variar- el presidente menos malo que nos gobernará los próximos cinco años.
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