domingo, 29 de mayo de 2011

El último polvo

Esta noche es el esperado debate entre los dos candidatos finalistas a la presidencia del Perú. Aunque debería tenerlas, este evento no lleva la expectativa y la emoción como las tendría un concurso Miss Universo en el que nuestra participante llegó a la final, y están a punto de hacerle la pregunta que –en términos reales- definiría si merece o no la corona de la belleza. Este evento no; aquí las finalistas son un par de feas y, a pesar de ello, hay que elegir a una de ellas.

Estando así esta final, ver los gestos, muecas, posturas, así como escuchar todo lo que digan y no digan Fujimori y Humala, es casi una obligación para todos los electores; pero sobre todo para aquellos que aún se encuentran indecisos (y necesitan un empujón) y para los desconectados de este mundo que dicen que votarán en blanco o viciado. El debate de esta noche será la última oportunidad para que los candidatos se puedan vender, de la mejor manera posible, y a todo el país.

Y no es para menos. Por tercera vez en los últimos 15 años, el Perú se ve obligado a elegir a una persona como presidente de la República, pero para que la otra no lo sea. Es como si fuéramos niños y nos ponen a la mesa los dos platos de comida que más detestamos y, como concesión especial, nuestra madre nos da a elegir uno de ellos… “pero te lo comes todito”.

Por esta pésima costumbre (que ojalá no repitamos el 2016), el electorado no estará pendiente de la mejor propuesta de gobierno, sino de quién es el que pone la torta para no votar por él (o por ella). Somos un país envidiado en muchos aspectos, pero no creo que lo seamos por este patético “método” de elegir al menos malo.

Como era de esperarse, a estas alturas del partido ambos candidatos han recibido todos los golpes, cabes y empujones que ellos mismos se buscaron con su presente, pasado y futuro como personas, y como políticos. Uno está más magullado que el otro, por lo que no les queda más que mostrar su mejor cara y aplicar el mejor maquillaje electoral, y el público está clarísimo que así será.

De hecho, las últimas semanas han sido de intensas labores antropológicas para determinar cuál es el más malo de ambos y –según esa lógica- saber qué haría en su hipotético gobierno. Sin embargo, marchas, marchitas, videos, cadenas de mensajes, encuestas y portadas amarillistas, no valdrán un pepino cuando la gente tenga el lapicero en la mano y deba marcar una de las opciones. Lo único que importará será el susurro de la conciencia.

Como la novia antes de la ceremonia o como la Miss antes de la final, este domingo será un día de intensa preparación y de maquillaje excepcional. Será la oportunidad para que los asesores de imagen demuestren que tanto saben del negocio, y para que los candidatos demuestren que tanto saben dejarse asesorar. Esta noche sabremos si este último polvo facial electoral convence a los inconvencibles y el 5 de junio tendremos -para variar- el presidente menos malo que nos gobernará los próximos cinco años.

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domingo, 22 de mayo de 2011

Cuentos de juramentos e hipócritas

Muchas interpretaciones pueden darse a la puesta en escena del llamado “Juramento por la democracia” que hiciera en estos días el candidato comandante Ollanta Humala, el cual estuvo matizado por un video del ahora “creyente” escritor Vargas Llosa y con el pre acompañamiento de su hijo Álvaro a través de declaraciones y una entrevista concedida a Rosa María Palacios.

La primera lectura pasa por entender qué significado y valor puede tener este penoso espectáculo en el que se ha pretendido quitarle majestad y valor al verdadero juramento que prestará el próximo 28 de julio, quien sea electo. En segundo lugar, cabe preguntarse qué cosas pasan por las mentes de los Vargas Llosa para apoyar a este personaje, más aún cuando su territorio de acción no es precisamente el Perú, y cuando antes de la primera vuelta Humala era el diablo personificado; o mejor dicho, Chávez en su versión local.

A mí lo único que me queda claro es que el corazón del “buen soldado” y la esencia de su ser político, sigue siendo chavista más que nunca. Para ello, basta con hacer algunos paralelos que con toda seguridad seguirán apareciendo en las próximas dos semanas; y que –Dios no quiera- serían el pan de cada día en un eventual gobierno “nacionalista”.

El primer paralelo es precisamente con el fulano juramento: al ganar las elecciones, y en su primer encuentro con la prensa, el comandante Chávez se mostró conciliador, vendedor de esperanzas, casi que todo un estadista al que se le podía creer lo que decía que iba a hacer. Después de todo, tras casi 40 años de bipartidismo en Venezuela, había que creer en alguien. No obstante, cuando juramentó como presidente, rompió todo protocolo y expresó “Juro delante de Dios, juro delante de la Patria, juro delante de mi pueblo que sobre esta moribunda Constitución impulsaré las transformaciones democráticas necesarias para que la República nueva tenga una Carta Magna adecuada a los nuevos tiempos. Lo juro”. Lo que siguió, es historia.

El hecho de que Humala haga un juramento (que obviamente no tiene nada que ver con el que se hace el 28 de julio) es un intento más para planchar su traje radical y hacer creer que sus ideas extremistas no son las mismas… y los Vargas Llosa, supuestamente se lo creyeron. Por ello, Mario habló de un “plan de gobierno rectificado” (¿eso existe?) y Álvaro de “un genuino esfuerzo de concertación” (o sea, pobrecito el comandante que no conciertan con él).

Así como al ex militar no se le cree nada, así jure calato, a las 3 de la mañana, en la punta del Cerro San Cristóbal; a los Vargas Llosa les suena bien hipócrita su –ahora- lógica y razonada fe ciega en el que hasta hace unas semanas podía ser parte de un “gobierno populista” más en la región. Por cierto, la idea del “regreso de una mafia al poder” de ganar Fujimori, me lleva a pensar que en el Perú la justicia no existe y otros tantos supuestos que la realidad niega. Es decir, los anti populistas, ahora apoyan al “nacionalista” con argumentos retóricos.

El Perú no es una novela, y lo que se juega no es un final feliz: es la continuidad de un modelo que, con todas sus imperfecciones, nos está llevando por buen camino. Ese camino no debe torcerse por juramentos, promesas, libretos o cuentos, y mucho menos por personas que demuestran ser unos tremendos hipócritas.

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domingo, 15 de mayo de 2011

El clóset de Humala

A medida que la distancia para el 5 de junio se acorta, el ex militar, ex comandante, ex amigo de Chávez, ex "buen soldado", ex radical, Ollanta Humala, hace gala de una cantidad de ropajes (¿disfraces?) que tiene guardados en su clóset de candidato presidencial.

El más conocido y mencionado por la sociedad peruana (el de manso corderito) no causó el impacto deseado, por lo cual fue desechado y reemplazado por el de gran conciliador... pero parece que éste tampoco durará mucho sobre el terreno. De hecho, todo indica que Humala está dejando de lado el vestuario para tomar en serio el recurso del maquillaje, cuya primera muestra es su llamada "Hoja de Ruta".

Técnicamente, el susodicho documento (?) no es más que un rosario de buenas intenciones en el que se dicen algunas cosas, no se dicen otras, y no se aclaran otras tantas. Si bien en su propuesta del famoso Plan de Gobierno (original, legalmente y únicamente válido) se mencionaban algunas barbaridades, en esta "Hoja" no aparecen, pera tampoco se dice "qué cosas no hará"; algo así como un "engaña muchacho" en un intento de quitarles temores a los indecisos y decididos. O sea, una buena dosis de maquillaje para tapar las grandes imperfecciones de su rostro radical.

No obstante, analizando muy objetivamente la situación y libre de pasiones de cualquier tipo, el candidato "nacionalista" se la está poniendo fácil a los electores, pues ¿qué se puede pensar de un individuo que el primer día se vendió como la versión siglo XXI del dictador Velasco con unos toques de Hugo Chávez; y hoy pretende que lo vean como el primo peruano de Lula con algunos ademanes de Alejandro Toledo?

Y ni hablar de los efectos que han tenido el ingreso de terceras personas en esta etapa pre segunda vuelta; pues, irónicamente, los apoyos recibidos no han servido para apuntalar su opción sino para afectar negativamente a los "apoyadores" (léase Toledo, Vargas Llosa, Acción Popular y otros).

La estrategia Humalista ha venido utilizando recursos de marketing político que en su desarrollo se han ido convirtiendo en un tremendo búmeran. Por ejemplo, ¿habrá convencido a alguien el Humala muy maquillado y con corbata, con voz suavecita, rodeado de gente suavecita, de sus intenciones suavecitas? ¿Tendrán algún efecto positivo esos avisos de foto de familia con el mensaje "100% peruana"? En un siglo XXI de un Perú integrado internacionalmente, no solo quien no tenga de inga tiene de mandinga... cuidado que inclusive algo de gringa.

Las encuestas siguen revelando una pausada caída de las preferencias hacia el ex militar, la cual podría incrementar su ritmo a medida que estos cambios, medias vueltas y arranques esporádicos, revelan el arsenal de verdades que hay detrás del bunker en el que se ha convertido su propuesta. Obviamente, el resultado es impredecible en la medida que falta trecho por recorrer, escenarios por estrenar y vestuarios que mostrar. Lo que sí sería bueno es que, motu proprio o empujado, Humala termine de salir del clóset.


Fuente fotografía: Revista Caretas, marzo de 2011

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domingo, 8 de mayo de 2011

Entre Madrid y La Habana

A menos de un mes para la segunda vuelta electoral, las informaciones, las opiniones y las dudas afloran como en tiempo de cosecha. Si algo podemos resaltar de este mundo interconectado, es la facilidad que tenemos para acceder a posturas de diferentes latitudes, y con posiciones tan antagónicas, que no dejan dudas de la existencia de la libertad que hoy disfrutamos en el Perú.

Ese fue uno de los sabores que me dejó al encontrar, enfrentados literalmente, dos artículos en el diario El Comercio este domingo de celebración maternal. Por un lado un denso escrito del Nobel Vargas Llosa; y por el otro, las no menos importantes letras de la perseguida cubana Yoani Sánchez. Mientras uno redactaba desde algún lugar de Madrid (pues así lo firma), la otra lo hacía desde algún recoveco de la isla, inventando la forma de evadir el control de ese régimen que el escritor alguna vez apoyó y que ahora (creo) califica como una vulgar dictadura. Curiosamente, mientras el peruano asistirá esta semana sin problemas a un festival de poesía en Granada, la cubana está impedida de viajar a Europa a presentar su libro y recoger un premio, entre otras actividades.

Y siguen los opuestos. Vargas Llosa continúa con su apoyo a Ollanta Humala, y Sánchez expresa sus temores ante la posibilidad de que un gobierno del ex militar sea un eslabón más de esa terrible cadena que han ido conformando aquellos gobiernos que -en lo más íntimo o más evidente- tienen su corazoncito cercano a Fidel Castro y a sus prácticas para mantenerse en el poder.

Sin embargo, hay un punto que a mi parecer es el más rescatable de las muchas comparaciones que se puedan seguir haciendo entre dichos escritos: mientras Vargas Llosa deja al destino, a la "voluntad de Ollanta Humala" y a quienes voten por él, la responsabilidad de hacer cumplir su "Compromiso con el Pueblo Peruano" (que es sólo mango, para la paella que es su plan de gobierno); Sánchez es clara y directa en señalar los temores de que se repita lo que viene sucediendo en otros países de nuestra América.

Es público y notorio que la parcialización del escritor hacia Humala pasa por su expiación (con x), lo cual no hace con la candidata Fujimori. Por el contrario, la muestra como la continuidad del gobierno de su padre, con el que compitió en 1990, y acusa al gobierno saliente de espionaje (con s): así como "el gobierno conspiró contra mí cuando fui candidato a la presidencia". Como si la historia se repitiera y deja a la imaginación una serie de extraños paralelos.

Pero también parecen producto de la imaginación todos los cuentos que sobre Venezuela se oyen en torno a la economía y sus agobiantes controles; las limitaciones a la libertad de prensa y expresión; y al todopoderoso Estado que, en nombre del "pueblo", hace y deshace sin chistar. Cuentos que Sánchez sabe que no son una novela de terror, sino una terrible y documentada realidad. La del Perú, no es como para ponerla maquiavélicamente en juego y ver qué puede suceder.

Aparentemente, lo que se plantea es continuar con una historia del pasado a la que en algún momento se le puso pausa; o cambiar la historia con un giro hacia el camino que otros ya han transitado (y mal). El paso que hay que dar hacia el futuro no es para jugársela al cara o sello; es imprescindible el uso de la razón y no de la imaginación.

Sería tonto no tomar en cuenta el pasado, como enseñanza, como experiencia, para no repetir errores; pero más tonto es tomar el pasado como un hecho real, y sólo vivir de él y en él impidiendo dar ese paso al futuro. Dar un paso a ciegas, con la sensación de hacer una apuesta en un juego de lotería, es lo más irresponsable que un elector pueda hacer.

Si finalmente estamos hablando del beneficio de la duda, ambos candidatos lo tienen, más aún cuando las encuestas confirman un empate técnico y que los indecisos, y los que hasta ahora dicen que votarán en blanco o viciados, son los que inclinarán la balanza. En este momento, lo único certero es la existencia de muchas dudas, y éstas no deben disiparse con pasiones desbordadas.

Debe ser muy sabroso pasear por Madrid, e inclusive por las sufridas calles de La Habana, o por cualquier otra ciudad del mundo sin tener que encontrarse en el dilema de tomar una decisión que con toda certeza tendrá influencia en el futuro propio. Pese a ello, es preferible caminar por las calles de Lima y tomarse todos los días que quedan para seguir viendo, escuchando, analizando, casi que estudiando, con miras a que la decisión del 5 de junio no sea un disparador de un nuevo e indeseable éxodo en el Perú.

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