Pordioseros políticos
En su último tour revolucionario y petrodolarizado, el líder socialista sigloveintiunero, Hugo Chávez, entregó regalos a diestra y siniestra en Nicaragua. A la altura de su magnanimidad, el presidente venezolano entregó créditos “blandos” por más de 5 millones de dólares, repartió 400 mil mochilas con útiles escolares y 50 mil maletines a profesores. Como si fuera poco, prometió la llegada de 80 tractores de manufactura iraní –ensamblados en Venezuela- y hasta se oyó hablar (extraoficialmente) de una condonación de la deuda nicaragüense. Qué sabroso, navidad en julio para Daniel Ortega.
Pese a que en Venezuela hay gente que –literalmente- se muere de hambre, que no tiene un techo donde vivir, o el que tiene se está cayendo a pedazos; pese a que las principales ciudades viven amenazadas por el hampa, pese a que las carencias son enormes dados los desequilibrios económicos que el propio gobierno ha creado; la regaladera de Chávez no sorprende en absoluto. En todo caso, lo que llama la atención es la calaña de “políticos” rastreros que pululan o tratan de emerger del subsuelo latinoamericano.
Esta especie –que no es novedosa, por cierto, pero que habita en un entorno distinto- puede calificarse como la de los “pordioseros políticos”; es decir, gentuza que argumentando un seudo nacionalismo, un seudo patriotismo, con la única intención que ganar adeptos que se encuentran en situación de pobreza, se dedican a generar conflictos, a buscar culpables (generalmente los “oligarcas”, los ricos, o el imperialismo) y a vender la idea de que vienen “a poner orden”. No obstante, en realidad son individuos que, si no fuera por el “apoyo” petrodolarizado de Chávez, no se atreverían a levantarle la voz a su perro.
En Bolivia Evo Morales no ha avanzado en lo que tanto él ofreció. El solo hecho de ser el primer indígena esperanzó a su pueblo pero, ha venido demostrando con hechos que su condición racial no tiene nada que ver con su capacidad gerencial (que no la tiene). Su fracasada refundación del país con la Constituyente, la cual prorrogó sus labores hasta diciembre, así como los conflictos que él mismo ha venido generando son hechos que, diez años atrás, hubiesen provocado que su pueblo lo saque a patadas de Palacio Quemado. Sin embargo, la presencia venezolana (en personas y petrodólares) lo ha mantenido aferrado al poder.
En Ecuador, Rafael Correa con su discurso incendiario, con el mismo cuento de la Constituyente, con los mismos discursos, con los mismos ataques y a la misma gente, como se hace en Venezuela y en Bolivia (o sea, a la “oligarquía”, a los medios, al imperialismo), ha venido toreando crisis políticas, mas no gobernar. El hecho de ser país petrolero, aunque abismalmente distinto a Venezuela, ha medio soportado el gasto fiscal. Sin embargo, todavía sigue disfrutando de una larga luna de miel con su pueblo, también esperanzado en que haga algo de lo que prometió.
En Nicaragua, ni hablar. Ortega, el comandante Ortega, quien no tiene con que palo ahorcarse, no le queda más que aceptar la visita de su mentor, permitir que insulte a la oposición de su país, aceptarle sus regalos –con mucho dolor- y adherirse a cualquier adefesio anti Estados Unidos que se le ocurra al padre de la “revolución” venezolana. Y Cuba, con el cadáver Castro, se lleva el premio mayor, dado su carácter de guía espiritual, moral, verbal, político, etc., etc.
El caso del Perú es el más interesante. Hace más de un año en las elecciones presidenciales se presentó Ollanta Humala quien, por más intentos que hacía de deslindarse, es una mala copia de Chávez en Venezuela (y ojo que el venezolano no es ninguna joya). Humala, quien de candidato presidencial pasó a tirapiedras profesional y pordiosero político, es tan mal estratega que la costura de sus acciones son evidentes hasta para el más ciego.
En momentos en los que el Perú se ve convulsionado por huelgas en diversas regiones, que Humala salga en defensa de Chávez, argumentando que hay una campaña internacional contra él, no es casualidad. La aparición de oficinas del ALBA en el país son muestras de injerencia por el solo hecho de ser dinero venezolano que ingresa por vías no regulares. No obstante, también es muestra del grado de ignorancia y de la existencia de gente fácilmente manipulable, los mismos que serán los primeros olvidados por los pordioseros políticos.
Las visitas de Humala y/o sus familiares a Caracas no son precisamente para venir a comer arepas. Mientras desparrama su discurso vacío, repetido, nacionalistoide, entre la población medianamente instruida, entre los campesinos, los obreros y los trabajadores humildes del Perú, el ex militar peruano goza las mieles de los petrodólares, pide consejos a los estrategas cubanos en Venezuela, campanea su vaso con güisqui mayor de edad y regresa a Lima a seguir azuzando, a seguir jodiéndole la paciencia al gobierno, con la idea de debilitarlo y tomar ese lugar en algún momento. Todo un digno ejemplar del pordiosero político latinoamericano.
El Perú aprendió a vivir en crisis a finales de los ochenta, irónicamente, con el individuo que hoy lo gobierna. Un joven Alan García llevó al país al borde del precipicio y le dio una patada con su discurso y sus acciones populistas. Precisamente por eso, en abril de 2006 prefirió a García como presidente que tener a un individuo sin personalidad propia y sin preparación para ser estadista como lo es Humala. Fue una elección entre el cáncer y el sida, y se optó por el mal conocido con la esperanza de sobrellevarlo.
Es cuestión de sentido común saber quien es quien, en la vida y en la política. Para complacencia de los peruanos, sus medios son libres y pueden expresar lo que les de la gana. Por ello, las barbaridades de Chávez son conocidas y hasta parodiadas por la televisión, pintando el escenario de cómo sería un hipotético gobierno del nacionalistoide. Ojalá que Humala siga mendigando, ya que es bueno para la salud política del Perú. Total, la nación inca necesita dirigentes, no pordioseros políticos.
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