¿Gobernabilidad o telenovela barata?
Una opinión más sobre el mismo tema, aunque ojalá que la presente aporte algo. El ex presidente Paniagua ha dicho que "la crisis de los partidos, incluso de los partidos de oposición, debilitan en general la gobernabilidad del país y del sistema democrático que tiene como soporte a los partidos". Lamento profundamente estar en total desacuerdo con lo dicho por él. Los bochornosos espectáculos del partido de gobierno, con sus asquerosos intríngulis (porque hace rato que dejaron de ser “trapitos sucios”), sólo ponen en peligro su existencia como grupo político así como la credibilidad y confianza de su electorado (si alguna vez las tuvieron).
La gobernabilidad depende estrictamente de la fortaleza de las instituciones y de las personas envestidas de autoridad por el pueblo para gobernar. Por su parte, el sistema democrático tiene sus pilares en el ejercicio soberano del sufragio por parte de los ciudadanos, y en la actitud pro activa y fiscalizadora hacia sus representantes. Obviamente, dicha actitud no termina de hacerse efectiva en términos reales hasta que el pueblo los “despida” de sus cargos en los siguientes elecciones.
Mientras tanto, lo que corresponde es llamarle seriamente la atención a toda esa cuerda de funcionarios públicos (electos o designados) para que cumplan el papel que les corresponde y se dejen de tanta habladera de pistoladas y de sinvergonzonerías. Para que esto no suene a poesía y puro romanticismo, quien debe poner orden es el presidente Toledo y sin pensar en el 8, el 10, el 15 o cualquier otro X por ciento en las encuestas antes de mover un dedo.
Más de uno se siente obstinado, podrido, hastiado, de tanto escuchar, ver y leer –por ejemplo- sobre la renuncia del señor Solari. ¿Será que el país está a un paso de entrar en la dimensión desconocida a causa de la tan sonada dimisión? Hasta el que no tiene frente quiere especular o predecir que va a pasar con el renunciado. El menos locuaz se atreve a decir que ahora se fregó el partido de gobierno y que se están quedando sin gente. Que todo es una estrategia para algo.
Que el partido tal lo quiere ahora entre sus filas. Todos quieren descubrir el agua tibia.
Pero, ¿será que en realidad peligra la estabilidad democrática por la denuncias de corrupción? ¿Estaremos frente al Apocalipsis de la política peruana? ¿De la estabilidad de un partido -que se degrada hasta el punto de partiducho- depende el avance del país? Por favor, a otros háganles creer que los pajaritos salen preñados.
Vamos a hacer una afirmación, y muy tajantemente: Los ciudadanos sin cargo público, no somos como los partidos políticos, no nos comparen con ellos, no nos hagan novelitas rosa de sus problemas, ni le agreguen a nuestro ya sacrificado día a día un tema tan inútil de discusión. No nos quieran meter el cuento de que, cuando a los partidos les va mal, la democracia se resfría o alguna hierba parecida.
Lo que me encantaría saber, que me cuenten, que informen a los cuatro vientos (o a los cuatro Suyos), es que metieron en la cárcel a individuos que a todas luces han robado. Saber que el Presidente se encarga de botar, como se merece, a todo tipejo que sólo está pendiente de donde hay un “negocio” para ganarse una comisión (léase otra vez, robar). Inclusive, si implica meterse con la familia (hablando en términos de sangre, claro está).
La tarea de un gobernante, o de él con su equipo de gobierno, es trabajar para lo que –supuestamente- ha sido electo y no para resolver problemas partidistas, así sean del propio grupo que lo llevó al poder. Si la gente que lo acompañó fue eficiente sólo en la campaña electoral, o para venderse bien, ese no es problema del país. Si sirvió para el partido, pero no sirve para el Estado, que no asome un pelo en asuntos estatales.
Si es una persona capacitada, honesta, profesional y en “su” partido las cosas están como apestosas, y la vista sigue gorda, sin la mínima intención de ponerse a dieta, pues que renuncie, que se vaya sin mucha alharaca, y ya. Si todo es tan malo allí adentro, pues a buena hora que se retira para no embarrarse con suciedad ajena, y ya. Si eso no implica dejar de aportar lo mejor de su persona al sector público, al privado, o al sector académico, que lo haga, y ya. Y si es todo lo contrario, que siga con su telenovela barata, que yo cambio de canal.
A la gente de a pie le interesa que el bienestar se sienta en su bolsillo, no que se chorree o le salpique de alguna institución pública y mucho menos de un tugurio partidista. Al joven que estudia para ser profesional le interesa que haya inversión, que se creen fuentes de trabajo en las que pueda desempeñarse y no para ser una contribución al porcentaje estadístico de informales o de desempleados.
No estoy en contra de la política, del actuar político o de aquellos que se consideran políticos. Sí lo estoy de los politiqueros, de la politiquería, de aquellos ignorantes que quieren hacer de la política un circo para beneficio personal. Estoy en contra de cualquier individuo que entra en la política, no para servir, sino para servirse. Quiero ver que en el Perú hay gobernabilidad, que los medios lo reseñan, y no pura telenovela, mucho menos de las baratas.