Nuevo Socialismo o Petropopulismo
Que el poder ciega a las personas, es una realidad tan grande como el mar. Ahora, cuando el grado de ceguera es total, pareciera que otros sentidos comienzan a ser afectados. Así, el enfermo de poder pierde las cualidades auditivas y escucha solamente lo que quiere escuchar; ve cosas que solo sus ojos ven, y comienza a decir cuanta sandez se le ocurra, alentado -por supuesto- por una corte de vividores de ese poder que ostenta, para suerte suya y desgracia de otros.
Hablando de poder, político y/o económico, el caso de Venezuela resulta “curioso” –por decir algo- y recuerda (con las diferencias y distancias del caso) al Alan García de finales de los años ochenta, cuando un joven político, “encantador de serpientes” que, una vez que creyó que las tenía todas y a todos en el bolsillo, dio rienda suelta a su imaginación y verborrea con barbaridades tales como la nacionalización de la banca, la revolución agraria y otras yerbas. Todos sabemos (por lo menos los que lo vivimos o los que se preocuparon por informarse) el desastre en el que quedó el Perú como consecuencia de la ignorancia supina de García.
Con las diferencias y distancias del caso, repito, Hugo Chávez es otro personaje enfermo de poder. Lleva seis años “gobernando” entre comillas, porque lo suyo ha sido una campaña política eterna, y ya habla de reelección. Seis años en los que Venezuela ha recibido astronómicos ingresos por el petróleo; tantos, que el país podría ser una nación, no del primer mundo, sino hasta de otro mundo. Sin embargo, la nación caribeña tiene uno de los peores desempeños económicos de la región, a pesar de su riqueza petrolera.
En otras palabras, la Venezuela de hoy, sin el petróleo, pero con las llamadas políticas gubernamentales “revolucionarias”, estaría disputándose los últimos lugares de desarrollo económico del mundo. O más claro todavía: el gobierno de Chávez (ojo, el gobierno, no el país) sin el petróleo y sus altos precios, no es nada.
Es la coyuntura de ingentes ingresos la que le permite a Chávez ir por el mundo buscando apoyo y/o aliados políticos a su “revolución”, ahora más abierta o quizás descaradamente. Con el cuento de que “si algo me pasa el responsable es Bush”, su verbo es cada vez más encendido, temerario y algunos hasta dicen que raya con la esquizofrenia. “Se acabó el petróleo barato” ó “si me pasa algo el precio del petróleo se dispararía por encima de 100 dólares”; son algunas de las frases que hacen evidente su enfermedad de poder.
Pero de nuevo caemos en lo mismo: quítenle a Chávez el petróleo y queda un “líder mundial” de Disneylandia. Quítenle el torrente de dólares que su gobierno disfruta y que reparte para comprar conciencias, y veamos si puede hablar de “nuevo socialismo”, eso que supuestamente hace o quiere hacer. De hecho, ya ha declarado su intención de utilizar el petróleo para crear “igualdad” entre países, como si Venezuela fuera el único productor en el mundo y él, el dueño del negocio.
Todo este cuento de Chávez, su supuesta paternidad de un supuesto nuevo socialismo, las supuestas ganas de Bush de matarlo, su supuesto liderazgo entre las viudas de la izquierda a nivel mundial, son en realidad el aderezo para algo real: la arremetida del petropopulismo, del que tampoco él es inventor, pues ya su archienemigo, el ex presidente Carlos Andrés Pérez, puso en práctica –pero más tímidamente- en la década de los setenta.
Esta forma de populismo, mantenida exclusivamente por el oro negro, como toda moneda en la vida, tiene dos caras. Por una, la “cara buena”, se ofrece petróleo en condiciones de ganga, participación en nuevos negocios, convenios, etc., que –se tenga la careta izquierdista, o no- aprovechan las naciones que el presidente venezolano visita (ni tontos que fueran). La otra, la “cara no tan buena”, hay la inocultable intención de expandir su “revolución” a otros países por cualquier vía, o mejor dicho, incluyendo las vías que no tuvo Fidel Castro en su momento. Es por eso que Fidel es sólo una pieza de colección, un fósil viviente, y Chávez pretende ser el dueño del museo.
Transparentemente, el petropopulista de América Latina deja ver su repudio por el capitalismo, neoliberalismo, oligarquía y cuanto concepto tenga que ver con la derecha política. Es más, necesariamente la relaciona con los Estados Unidos, por lo tanto, quien tenga esa condición es enemigo (o no amigo) de él. El primitivismo de sus ideas “neosocialistas” queda relegado a un segundo plano por el petróleo y sus dividendos, es decir, por el capitalismo puro. Ironía que cachetea su intelecto pero que nunca admitiría.
El “nuevo socialismo” en Venezuela tiene perlas dignas de Ripley. Por ejemplo, la clase media se empobrece cada día más, pero lucha para no caer en los estratos bajos. Profesionales acostumbrados a ciertas comodidades ahora tienen que comprar en los “Mercal” (cadena de mercados del gobierno en los que se vende a precios controlados) para estirar el sueldo, o para ahorrar algo y poder realizar el tradicional viaje de vacaciones. Los dólares para ese viaje se los dará el gobierno, según el cupo asignado al tipo de cambio oficial. O sea, ingresan dólares por doquier pero no para la población. El “nuevo socialismo” prefiere comprarle a Argentina 500 millones de dólares en “bonos basura” para ayudarla en la reestructuración de su deuda.
La verdad del asunto es que Chávez quiere exportar su “nuevo socialismo” a través del petropopulismo. Lo que haga él con su vida es su problema (seguro que Bush dice lo mismo), pero el que dilapide la riqueza del pueblo venezolano es algo que trasciende sus fronteras. ¿O es que nadie se da cuenta de que al aceptar una prebenda se es cómplice del robo? En una típica tasca caraqueña se escuchó decir: “si es verdad que Bush quiere matar a ese carajo, no es él solamente. Somos millones que haríamos cola pa’ joderlo”…
Etiquetas: Chávez, petropopulismo, Socialismo, socialismo del siglo XXI, Venezuela