martes, 20 de febrero de 2007

Tres ceros a la izquierda

Si de algo peca tremendamente el gobierno “socialista” de Hugo Chávez es de su pésimo manejo comunicacional y económico, por más calificativo de “poder popular” que le haya añadido a todos los ministerios que posee. La desinformación se respira en el país, ya que todo se basa en el “se dice que”; y los únicos escenarios futuros positivos en materia económica, sólo existen en la cabeza del ex golpista presidente.

Para variar, pero ahora con el pretexto del inicio de un nuevo período presidencial, se dio a conocer un nuevo “esquema” del programa en el que Chávez se dedica a hablar de lo que piensa, de lo que quiere hacer, de lo que va a hacer; pero nunca de verdaderas obras de gobierno o de acuerdos nacionales, como lo debería hacer un estadista. Ya eran bastante traumáticos sus maratónicos programas dominicales, con una hora de inicio pero sin fin establecido, y de gran sacrificio periodístico para los medios que debían calarse la verborrea, a ver si algo era rescatable; aunque ya era previsible que tras los arrebatos de furia, vendría el anuncio de alguna medida gubernamental.

Ahora el programa presidencial tendrá una frecuencia de lunes a viernes en la radio y sólo los jueves en televisión con la vedette presidencial, con el “compromiso” de que sólo tendrán una hora y media de duración. Además, como para atraer oyentes y televidentes (cosa extraña, cuando afirman que tienen cuarenta y pico puntos de rating, o más), el programa contará con un "récord en primicias en cada edición, tanto en la versión radio como en la televisiva". El jueves 15 de febrero, en su re estreno televisivo, se cumplió con las primicias y se escogió como área de enfoque la economía. Pobre economía.

Lo más destacado de sus anuncios fue la orden dictatorial de Chávez de poner en vigencia la nueva moneda venezolana: el “bolívar fuerte”, aunque a nuestro modo de ver el nombre no refleja las verdaderas intenciones hegemónicas de “líder”, por lo que podría cambiar de nombre a uno más llamativo, “comunicacionalmente” hablando. La fecha de parto también fue establecida: el 4 de febrero de 2008, un año después de la patética e indigna celebración del frustrado golpe de estado que intentara con su camarilla en el año 1992.

La nueva moneda no es más que la actual pero con la eliminación de tres ceros. Es decir, mil bolívares de hoy serían una unidad de mañana. En ese mismo sentido, todos los precios de todas las cosas reducirían “mágicamente” su valor dividido entre mil. Y cuando hablamos de “todos los precios”, nos referimos no sólo al de los bienes y servicios que se demandan, sino también a los que se ofertan; o sea, los sueldos, salarios y todo ingreso que las familias generan para subsistir. Ya el gobierno continuó con la mala costumbre de los anteriores de incrementar por decreto el salario mínimo de la población, lo que alimentaba el fenómeno llamado “ilusión monetaria”, ya que los aumentos son sólo nominales y en términos reales son nulos o hasta negativos por la alta inflación generada por el régimen.

Es tan grave, tan inercial, la inflación en Venezuela, que finalmente Chávez viene tímidamente aceptando su existencia, pese a la presencia de un mediocre control de precios que nadie cumple, simplemente porque no puede vivir, sea comprador o vendedor. Por ello -suponemos que con mucho dolor- el gobierno ajustó el precio de productos básicos como la carne de res, el pollo, los huevos, la leche, y dictaminó la rebaja o hasta eliminación del cobro del Impuesto al Valor Agregado (IVA) en un intento por atacar el “fenómeno” de la inflación, pero que –contradictoriamente- repercutirá fuertemente en el índice de precios del mes de febrero.

Si Venezuela tuvo en 2006 la inflación más alta de Latinoamérica, y una de las más altas del mundo, no es en forma gratuita, no es por un ataque de la CIA, o porque la cause el imperialismo. La inflación en Venezuela tiene raíces estructurales que todos los días el gobierno de Chávez se esmera en abonar y regar para que siga grande y fuerte. Mientras existan controles de precios, de cambios, de tasas de interés y la intención de “nacionalizar” hasta el modo de caminar y hablar del colectivo, la inflación seguirá presente y no habrá decreto que la detenga.

Unámosle a ello la megalomanía presidencial que lo empuja a estar regalando el dinero venezolano por donde vaya, a ofrecer ayuda y préstamos hasta a quien ni lo desee, y a comprometer aportes en fondos y barriles sin fondo. Todo ello, al final de cuentas, hipoteca las reservas internacionales de Venezuela, las cuales –por cierto- supuestamente tienen un nivel “excedentario”, tanto que el gobierno puede pedir traspasos de ellas para utilizarlas a su discreción. En otras palabras, a la inflación hay que agregarle emisión de dinero inorgánico, devaluación, y todas las expectativas racionales e irracionales que se puedan generar de este escenario revolucionario y socialista del siglo XXI.

Para quien crea que esto no es nada, la idea de rebajar el IVA solo cabe en una cabeza netamente populista y que no tiene un ápice de sentido común en lo que a economía se refiere. Los ingresos del estado venezolano dependen de la venta del petróleo y de la tributación. Sin embargo, los egresos están creciendo exponencialmente por la compra de empresas, por la abultada -antigua y nueva- nómina estatal y por los subsidios directos e indirectos que Chávez no se atreve a retirar ya que afectarían su comprado “apoyo popular”.

Sobre la base de lo expuesto, hasta para una persona lega en economía queda claro el destino de la cacareada reforma monetaria: el fracaso total. La moneda venezolana tendrá tanto valor como la cubana; no los “pesos convertibles” que utilizan los turistas en la isla, sino aquella destinada a su miserable población. Mientras subsistan los controles, los subsidios y las medidas políticas que generan todas las distorsiones económicas presentes, de nada servirá quitarle tres ceros a la moneda, pues la economía seguirá siendo una falacia, una burbuja que al menor impacto –interno o externo- puede estallar. Y eso que no nos hemos referido al aumento del precio de la gasolina, gran tabú nacional.

Pero, ¿quién podría explicarle al testarudo ex golpista que lo único que está haciendo en el poder es destruir la economía venezolana? Uno de los refranes de la abuela dice “eres tan inútil como un cero a la izquierda”. El gobierno “socialista del siglo XXI” de Venezuela no tendrá sólo uno, sino tres ceros a la izquierda. ¡¡¡ Para que aprendan los capitalistas!!!

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domingo, 4 de febrero de 2007

Patética dignidad

En diciembre pasado, en el Día de los Inocentes, escribimos una cuerda de ridiculeces para celebrarlo, como muchos acostumbran a hacerlo; pero nunca tuvimos la intención de hacer el papel de brujo o adivino. Por el contrario, el carácter risible y absurdo de las “Políticas de Estado” esbozadas en ese artículo eran de tal magnitud que todo no pasaría de un (mal) chiste. Sin embargo, subestimamos al régimen: su sentido del ridículo, de la vergüenza y de lo que realmente pueda considerarse como digno, es algo extrañamente contrario a lo que dicta el sentido común.

Este 4 de febrero de 2007, Chávez cambió su programa dominical por un show completo y en cadena nacional para que nadie se lo pierda. El pretexto fueron los quince años de la intentona golpista con la que intentó derrocar a Carlos Andrés Pérez la cual, a pesar de ser un fiasco militar monumental, catapultó mediáticamente al hoy presidente de la –por ahora- República Bolivariana de Venezuela.

Aunque no con la misma magnitud de la campaña electoral de hace unos meses, los autobuses cargados de empleados públicos -o de cualquier tarifado que quiera hacer “turismo” en Caracas a cambio de una franela y cachucha rojas- se hicieron presentes en la ciudad. En las puertas o cercanías de los ministerios –en la capital- hombres y mujeres, en algunos casos con sus pequeños hijos, todos disfrazados de rojo, hicieron cola para abordar la unidad que los llevaría al inicio de alguna de las marchas de “miles de voluntarios” que se dirigirían a Los Próceres, donde se realizaría un “magno” desfile “cívico-militar”.

Es un hecho innegable que Chávez está en el poder para hacer lo que le da la gana, cuando le da la gana, y dar –si es que lo hace- las justificaciones que le da la gana. Una muestra más de ello ha sido el motivo de la “celebración”: “XV aniversario de la revolución bolivariana” (como se leía en el cintillo presente durante la televisada fiesta patronal) o “Día de la Dignidad”, denominación ésta que ha recibido los más duros, escatológicos y viscerales calificativos, no sin falta de razón.

En primer lugar, asumir que su “revolución” se inició con su intentona golpista en 1992 es tan absurdo como creer que los precios del petróleo están tan altos gracias a él. Claro, ya lo dijimos, el ahora habilitado todopoderoso puede decir lo que le venga en gana y en cadena nacional. Asumir que su intentona golpista, en la cual murieron muchos inocentes, en la cual muchos soldados rasos fueron traídos a Caracas bajo engaño, en la cual se pretendía tomar el poder al costo que fuere no tiene nada de digno, ni aquí ni en la China.

Es sabido, admitido y documentado, que Chávez siempre buscó la toma del poder y el asesinato de autoridades militares y/o civiles en ese proceso. El “bolivarianismo” fue el pretexto para tapar sus ansias de poder, su delirante mesianismo, y así reclutar jóvenes militares a su “causa”. Sus argumentos “libertarios” se vieron apoyados en todos los errores cometidos por la dirigencia política en los años que se mantuvo como militar activo. Sin embargo, nunca tendrá una justificación válida, menos aun cuando hoy Venezuela se encuentra en una peor situación que hace 15 años.

El hacer creer que es un día de “dignidad” nos hace recordar a –precisamente- “su” idolatrado general Juan Velasco Alvarado, militar dictador en el Perú a finales de los 60 y principios de los 70, quien instauró un feriado con la misma denominación: “Día de la Dignidad”. Qué casualidad, ¿verdad?

Por otro lado, el escenario montado para este burdo teatro “socialista” no lo ayuda en nada. El desfile y hasta los motivos argüidos quedaron en segundo plano cuando el “líder” llegó a la explanada de Los Próceres disfrazado en uniforme de campaña, con la banda presidencial colocada de izquierda a derecha (como la viene usando desde que reasumió la presidencia) y con la camarilla golpista de ese entonces también disfrazada de uniforme militar. Tremenda dignidad. Claro, el poder es para eso, para usarlo para lo insospechado, hasta por encima de lo ridículo.

Ver decenas, cientos, miles de personas uniformadas marchando se está convirtiendo en Venezuela en un espectáculo hasta ordinario. Y decimos uniformadas ya que sería extraño creer que sean militares –institucionalmente hablando- luego de escuchar como esos individuos vociferaban el “patria, socialismo o muerte” como si fuera un canto militar o algo parecido. La institucionalidad, “eso” de lo que tanto se jactaban con toda razón las Fuerzas Armadas de Venezuela, parece haber quedado en el olvido.

Parece ser una costumbre que los actos chavistas sean tragicómicos, y esta no fue una excepción. En un momento de su alocución, un misterioso personaje casi se abalanzó sobre Chávez vociferando cosas extrañas, que ni lo hicieron pestañear, pero que dejaron al descubierto que por más anillos de seguridad cubanos, por más “revolución armada” que tenga, los que lo rodean son de carne y hueso.

Ya sea por los “convencidos” asistentes al acto de hoy, por los uniformados que marcharon, por quienes defienden lo indefendible y hasta por los que se aguantan esta tragedia griega al más tropical estilo venezolano, la “dignidad” que supuestamente se celebró ha quedado tajantemente en entredicho. Lo único cierto es que todo lo que se avecina es patético. Patética dignidad.



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